sábado, 18 de octubre de 2014

Mi novia negrita

¡Ay que breves y deliciosos tiempos aquellos! Que noche, señoras de raso y señoras de guatiné; que algarabía, señoras de gargantilla y señoras de guantes y mascarilla. ¡Yo un memo bisoño de quince años y con mi novia negrita de diecinueve! Hoy la he visto después de tanto tiempo en mi tierra natal y ¡por todos los dioses! conserva el mismo tipazo, la misma cara risueña y el mismo pelo largo de occidentalizadas rastas brillantes. Que los estirados que miran con recelo al tostado que vende bolsos en el mercado me dispensen, que los hijos de la protervia que creen que en estos ebolientos momentos la gasolina con cerillas es la mejor lluvia que podría caer sobre África me perdonen, pero al reparar con sorpresa en ella yo no pude sino recordar el dulce pasado y embobarme cuando ella me mostró su retahíla de soldados de infantería perfectamente alineados, labrados en marfil pulido, cuan espejos detrás de carnosos labios de ébano en aquella cueva del deseo que llamáis boca.

Joderos malditos, pero mis ojos desobedecieron a mi razón y disfrutaron una vez más del culazo de aquella diosa, mi novia negrita.