Siendo yo gerente principal de la AGME (Aglutinación General de Medicamentos Estatales), llegó un día a mis manos una petición de una subordinada. Viajaba en mi lujoso coche oficial, acompañado de alguna señorita rubia creo, con gastos cargados al Ayuntamiento, claro; y no podía creer lo que estaba leyendo. Sin duda la gente de registro no debió de entregarme la carta, pues el vino y comida que tuve con los alcaldes de la comarca para cerrar un jugoso tema de comisiones no me sentó bien.
Leed, conoced de la osadía, del vicio y derroche de los funcionarios públicos (Por supuesto, la funcionaria autora de semejante petición fue enviada a Oficina de Tramitaciones por Enfermedades de Parásitos, sita en Las Bajas Chafarinas):
"Doña Eulalia Funcil Ministra, antes
repartidora y ahora lactante y por este motivo destinada en labores de oficina
(toda vez que de todo el mundo es conocido que saliendo a la calle la leche se
torna agria y el niño la escupe) en la gloriosa oficina central de tramitación
de medicamentos estatales de Madrid, el cual todo sea dicho es gobernado por
uno de los mejores jefes de área de cuantos alumbró la insigne nación española,
humildemente solicita:
Que sea concedida una nueva barra
de pegamento para la citada oficina, de tal suerte que la anterior tristemente
se ha agotado.
Se hace constar que, si bien los funcionarios
han tratado de aprovechar al máximo el valioso adhesivo por medio de
introducción de alfileres para extraer el mismo, amén de otras ingeniosas artes
más propias de hábiles artesanos que administradores de medicamentos sufragados
por el estado, ha llegado el punto en el que se torna imposible extraer más
preciado elemento.
Ruego a su superioridad
considerar que, si bien la funcionaria que suscribe es consciente de los
tiempos de carestía que sobrevuelan la ilustre nación cuan hambrientos buitres,
la necesidad de una barra de pegamento para el centro de trabajo se torna
acuciante, toda vez que las lenguas de estos viejos ratones de oficina más se
asemejan a estropajos deshilachados que a carnosos órganos gustativos, de tanto
lamer sobres. Y que no malinterprete ilustrísima, que bueno es el sabor de la
correspondencia enviada a su jefatura, mas no tanto el de la carta que encierra
principios activos de marihuana para ser utilizada en medicamentos de uso terapéutico.
Por todo ello, suplico a Vuesa Merced
atienda la presente petición y no la vea como puro vicio, pues es de beneficio común para la
ilustre oficina central, y sobre todo para el buen ciudadano, ante el cual, no
debemos olvidar, debimos de rendir cuentas y servir lo mejor que podamos.
Aprovecho para saludar al ilustrísimo
gerente mayor y adelantarle que en los próximos días tenga a bien atender otra
petición, esta vez de un bolígrafo de color azul, habiéndose agotado el que fue
pedido hace cinco años por muerte natural según apuntan servicios sanitarios
(aunque algún camarada de lengua afilada apunte a que ha sido por exceso libidinoso
de firmas).
Suplicando que la presente cause
los efectos oportunos,
Doña Eulalia Funcil Ministra"