sábado, 21 de junio de 2008

Estadística

La oficina de denuncias de la comisaría de policía del distrito norte de Chicago era esa mañana una sauna, debido al calor que esos días azotaba la ciudad. El resoplido que emitió el obeso funcionario Jeremiah Landon cuando vio llegar a la señora Sarah Newman fue una mezcla de cansancio y desagrado ante el nuevo trabajo que vaticinaba.

-Hola señora Newman, la veo tan bien como siempre, siéntese- repuso Jeremiah con forzado rostro de amabilidad.
-Señor Landon, ya hacía por lo menos dos meses que no tenía el placer de verle- contestó la señora Sarah con decisión.
-Y, ¿qué la trae por aquí? Este lugar es menos agradable que la sala de juntas de padres donde acostumbramos a reunirnos.
-Oh, señor Landon, se trata de algo más serio. Supongo que estará enterado de la masacre que un joven hizo ayer en el instituto Abraham Lincoln, a cinco manzanas de aquí.
-Por supuesto, señora Newman -Un notable chorro de sudor rodaba ya por el grasiento rostro de Jeremiah – un suceso lamentable… y ¿qué desea al respecto?
-Pues bien, mi pequeño Mike estudia en ese mismo instituto, va a la misma clase que ese desaprensivo. Mi hijo tuvo la suerte de salvar su vida y no estar entre esos pobres seis chicos, pero vio todo lo ocurrido.
-Bueno, a su Mike le ha tocado la lotería, me alegro por él, pero si no está herido…
-No, señor Landon, se encuentra bien pero desde ayer lo encuentro algo apático, triste, apagado. Estoy decidida a presentar denuncia contra el indeseable que mató a esos chicos, creo que esto dejará secuela en Mike.
-Vamos señora Newman, su hijo ya tiene 16 años, esta debe de ser por lo menos la vigésima masacre que presencia en su vida, debería estar más que acostumbrado y dar gracias por estar todavía con vida.
-Lo sé, pero esta vez lo encuentro cansado de todo esto, y no quiero que tenga secuelas. Me parece algo grave y voy a poner esa denuncia, tal vez así encuentre ayuda.

Jeremiah levantó su pesado cuerpo de la silla y estiró su brazo hacia el interruptor del
ventilador de techo de la oficina.

-Mire Sarah, el asesino está entre rejas, los dos sabemos que tendrá su merecido, pero ¿realmente cree que es una situación tan grave como para presentar denuncia?
-Señor Landon, sé que estos hechos son habituales, pero no se, esta vez es diferente…
-Todos los días ocurren masacres de estas, y… entre usted y yo, si todo el mundo afectado por estas cosas pusiese denuncias las estadísticas se engrosarían demasiado. ¿Qué pensaría el resto del mundo de nosotros? ¿Qué somos unos salvajes? ¿Qué solo conocemos el crimen?
-Tal vez… Sarah bajaba su tono de decisión.
-El comisario está contento de que esta oficina sea la que menos denuncias tiene de todo Chicago, y créame, se enfada mucho cuando hay alguna nueva. Este distrito tiene que seguir siendo el más limpio de criminalidad la ciudad.
-Tiene razón señor Landon, debemos de sentirnos orgullosos de vivir aquí y seguir trabajando para que esto permanezca igual.
-Claro que sí señora Newman, deje las denuncias para cosas graves ataques terroristas o nucleares.
-Sí, para lo que realmente pone en peligro esta honorable nación –repuso levantándose y ya convencida Sarah –Nos veremos en la próxima reunión de la junta de padres.
-Por supuesto, y envíele recuerdos de mi parte a Mike –Jeremiah emitió otro profundo y sonoro soplido.