sábado, 31 de julio de 2010

El Facebook y la vida real

No puedo negar que cuando descubrí el Facebook hace ya más de un año, me asombró gratamente. En minutos pude saber qué pasaba con las vidas de antiguos compañeros, ver sus fotos, saber a qué se dedicaban, contarles mis cosas yo mismo…
Facebook se ha convertido en una herramienta social de incuestionable valor, si bien pienso que no deberíamos sustituirla por los contactos de toda la vida, de carne y hueso. Sé de gente que ha conocido a nuevos amigos virtuales a través de la red y los ha agregado a Facebook, en el mismo saco en el que están aquellos grupos de los que eres fan, así como los amigos de la infancia, ya casi olvidados, de los que de repente supiste algo a través de la red social, pero parece que ya estás satisfecho y de vez en cuando lees sus cosas, ojeas sus fotos, y, en definitiva, cotilleas un poco y los obvias. Es entonces cuando la herramienta se limita a tener controladas las vidas y obras de tus amigos, pero al final acabas por asociarlos a una imagen virtual, una especie de juego, de noticiero en el que el contacto social (imprescindible en toda relación) brilla por su ausencia.
Hace un par de días, me encontré con un par de amigos de mis tiempos universitarios. Hacía unos cinco años que no sabía nada de ellos, y las emociones que sentí no creo que las pueda dar ninguna red social. Sentir estrechar sus manos, aplastar sus hombros en cariñosos gestos, saber qué había ocurrido con sus vidas de primera mano, a través de sus voces, oir sus risas…. Son todas sensaciones que te dejan el cuerpo animado y hacen a la mente evocar aquellos viejos y buenos tiempos.
¿Facebook? Sí, por supuesto, pero sólo como un complemento, para no dejar jamás de lado las verdaderas relaciones sociales.