jueves, 10 de diciembre de 2015

Realidad Virtual

Se oyen desde la tele rumores,
Ecos de satisfacción de un hombre,
Palpando con las manos el aire,
Enfundado en gafas de virtual realidad.

Mas me río yo de ella,
Pues sin esfuerzo mi imaginación
La puede sobrepasar,
Volando más allá que su antifaz digital.

Puedo ser rey o vagabundo,
Tomarme un té en el fondo del mar con Julio César,
O inspirarme al ver la estela de un avión
Y componer una canción.

Puedo visitar los anillos de Saturno,
Montar un broncocéfalo de tres ojos,
O con un roído lápiz y una servilleta
Componer este verso libre.

No me gusta ser Linux ni Microsoft,
Prefiero horadar el cerebro de un escritor,
Soñando despierto, viviendo mil lances,
Siendo bravo librepensador.

 Aparta, no quiero tu lógica,
No deseo el sexo con un robot,
Déjame manejar el volante, pues

Prefiero la piel, prefiero el dolor.

sábado, 24 de octubre de 2015

El trabajo más raro del mundo

Mira que hay trabajos raros, pero el de ser la señorita que maneja un poste de unos dos metros, acabado en un cartelito que reza “FILA DE CAJA” no se las trae poco.
Aunque pensándolo fríamente no es para menos el indicar dónde comienza la cola de caja, pues la tienda se pone hasta arriba y es necesario orientar a los señores clientes.



Me refiero al recién inaugurado Primark de Gran Vía de Madrid, que es tienda más grande de España. Estando el otro día con mi señora dando un bonito paseo otoñal por los alrededores, ésta me conminó a visitar el afamado comercio de ropa, el cual sólo llevaba una semana abierto. Y suerte que la cola para entrar avanzaba rápido, porque era asombroso ver cómo cientos de personas rodeaban varios edificios en el centro de la capital aguardando su turno para consumir, mientras otros hacían vídeos y fotos de tamaño espectáculo.
No regalaban nada, no había 2x1 ni chicas en lencería ofertando la misma. Simplemente vendían ropa, de esa de mediocre calidad, de usar y tirar, tan fácil de encontrar y de tirar a la basura, para así la temporada siguiente comprar más.
Sí, amigo que me lees; si eres de los que usan las mismas chanclas raídas hasta que algún hongo puñetero se las acaba de comer, este artículo te estará haciendo bufar.

Una vez dentro, nada en especial, salvando la majestuosidad del céntrico edificio de nueve plantas, que también alberga otras tiendas, y ¡oh, sorpresa! es propiedad del magnate Amancio Ortega. Nos encontraremos un local con bajo y otras cuatro plantas, en redondo y abierto. Pantallas, luces, y ropa a buen precio, fabricada en Dios sabe qué países y en la Virgen sabe qué condiciones laborales.
 Pero ojo, no nos engañemos, tampoco es tan distinta de aquella a la que algunos llaman “materia patria”, que no hace más que amasar grandes fortunas y explotar a pequeñas manos.



“Aquí hay mucha gente colocada” decía alguna señorona, asombrada por la gran cantidad de dependientes afanosos. Quizás si alguno viese esos contratos laborales y lo que no es contrato, las colas se hubiesen disuelto y la chica que portaba el cartel indicando la fila para pagar (vaya trabajo inaudito, coime) iría derechita a engrosar la lista de parados, para pesar de Rajoy (aunque no nos engañemos, unos pocos más tampoco le harían mucho daño, que a pesar de las promesas para eso nos ha dejado el paro prácticamente igual que lo dejó su antecesor, y bien orgulloso que está); o con suerte iría de cabeza a otro raro trabajo temporal, de esos que dicen minijobs de la señora Merkel. 

En fin, dejemos a éstos en paz, que  no compran en Primark, o por lo menos yo no los vi.


viernes, 11 de septiembre de 2015

Política de empresa

-Ramírez, esta empresa necesita un cambio. Reúna de inmediato al consejo.

-¿Qué va a proponer, señor Leñoso?

-Llevamos mucho tiempo estancados. Tenemos las mismas ideas primitivas, iguales normas, jerarquía y principios que cuando comenzamos. La sociedad ha avanzado, rebasándonos y mirándonos cada vez con más recelo. Nuestra hipócrita estrategia está siendo analizada con lupa, es culpa de esta maldita crisis; la clase media empobrecida se da cuenta de nuestra fastuosidad, de nuestras arcas llenas, de nuestros jefes corruptos y de esta política rancia, que ya no encaja en el mundo.
Nuestro presidente, fiel a la causa pero tan continuista y retrógrado, desde luego que no ayuda a lavar nuestra imagen. De seguir así, estamos abocados al fracaso. Recuerde que sin adeptos ni socios, no somos nadie.

-¿Va a proponer un cambio de presidente?

-Sí, pero solo algo provisional, para salir del bache. Necesitamos un líder nuevo, fresco, charlatán, de bonitas y humildes ideas, que no pinte ni cambie nada en la empresa pero que convenza a las masas de que hemos evolucionado. El mundo tiene que creer que entendemos la situación de crisis, que somos buenos, que estamos con los más desfavorecidos. Quiero que el mundo piense “qué bueno es nuestro presidente, qué buena es nuestra empresa”.

-¿Se refiere a imitar lo que ha hecho la Iglesia con el papado?


-Veo que me capta, Ramírez, veo que me capta…

lunes, 24 de agosto de 2015

Habichuela cosida


Veo moverse al aire tu vestido verde menta
Mientras trato de tomar una fotografía,
El cielo desgarrado anunciando tormenta,
Tus pensamientos tornados en oscura filosofía.


Buscas las huellas de aquél profundo amor
Que una vez más el alma te desgarró,
¿En qué desierto se hallará aquél dulce albor?
¿Esa fuerte mano que el espíritu te agarró?


Cien veces has recorrido las cicatrices de tu piel,
Comparándote con una habichuela cosida.
No te quieres, en tus propias espinas enredas esa hiel,
Y sin embargo yo se que para él eres su única querida.


Tampoco acaricia a su pareja el lobo,
Más bien Enseña los dientes, se tensa y eriza los cabellos,
Pero como él, ama a su familia como un bobo,
Y si es preciso con su vida defiende a todos ellos.


Vuelves a mirar las marcas de tus andaduras,
Heridas de aguijón, formando arrugado grano de mijo.
Mas en silencio él ama cada una de las suturas,
Y más la del vientre, la que alumbró a vuestro hijo.


Pintando piedras en melancólica agonía
Has llegado a pensar que quizás se acabó el clamor,
Pero noto que el corazón todavía te late con armonía.
Asúmelo, habichuela, lo que te sucede se llama amor.




viernes, 12 de junio de 2015

La observadora de hormigas

Ya ha trascurrido un año. Fue cuando el ardor del primer estío comenzaba a golpear el vidrio de las ventanas y a hacer las delicias de los tempranos huertos. Esa noche yo iniciaba una inusual ronda nocturna, obligado a cubrir la baja de algún compañero. Me sentía animado por el café que acababa de tomar y calentito con la radiación que emanaban los ladrillos de las casas.
Paseaba sin prisa, agitando burlonamente mi porra, emulando a cualquier policía bigotudo y gordinflón salido de una vieja película americana. La gorra iba bien ceñida en la calva, pero no por ello podía sujetar mi imaginación, que como siempre surfeaba en la vorágine de sus locas fantasías de Piscis.

De pronto, algo en medio de un solar vacío me sobresaltó. Me acerqué despacio al bulto, y a medida que estaba más próximo, la luz de una farola cercana iba despejando las sombras de la noche. Sólo cuando estuve a escasos metros, pude adivinar que se trataba de una  figura  femenina.
La chica rondaría mi edad. Recogía su pelo en una larga coleta y se mantenía en cuclillas,  apuntando su rostro, el cual no acertaba a vislumbrar bien, hacia el suelo. Sus brazos, finos y desnudos, reposaban en las rodillas y acababan en unas manos huesudas, poco más pequeñas que las mías. Muerto de curiosidad, me acerqué, saludé cortésmente y me puse a mirar lo que tenía encandilado a aquella muchacha en mitad de la noche.

El suelo rebosaba de hormigas, en forma de inquietantes remolinos de minúscula vida. Me quedé un buen rato junto a ella, espiando los quehaceres de los insectos. Un bicho grande se debatía por sobrevivir en medio del río negro de mandíbulas y patas que lo atrapaban, pero ambos sabíamos que estaba destinado a convertirse en comida para aquellos abdómenes hambrientos.
En todo el tiempo que estuve allí  no intercambié muchas palabras con la chica, pero deduje que se debía de dedicar a algo así como a observar hormigas. Bonita profesión. Nos caímos bien, y ¡qué diantres! seguro que nosotros éramos más bichos raros que aquella diminuta fauna que se afanaba a nuestros pies

No se cuántas horas estaríamos de espectadores. De pronto, un insomne e inoportuno vecino (¡yo lo maldigo!) que sacaba a su perro se nos quedó mirando inquisitoriamente, sacándonos de nuestro ensimismamiento. Ella se frotó un ojo, yo intenté guardar la compostura. Me levanté, me ajusté disimuladamente la gorra y me despedí de la observadora de hormigas. La sonrisa que me prodigó brilló a la luz de la farola y su contorno de ojos negro destacó por encima de todas las demás sombras.

.Aunque me pasé muchas noches sin dormir, buscándola, no la volví a ver jamás. Al transcurrir el tiempo me he preguntado porqué no me contó nada más, cual fue la razón de que no me dijera su nombre ni de dónde era, o si volvería otra noche…

Lo cierto es que yo tampoco me atreví a decir mucho, ni siquiera le hice preguntas. Debí de contarle cuánto me gustaban los bichos cuando era niño, cómo atrapaba a las hormigas, les echaba algún bichito para que lo engulleran despiadadamente o las ponía a pelear entre sí, sin más cuadrilátero que mis pequeñas manos. Pero junto a ella mantuve la boca cerrada, como siempre, con la imaginación volando en forma de un océano compuesto por millones de hormigas, más negras y más despiadadas que todas aquellas.

martes, 5 de mayo de 2015

Buscando acción

Apenas he tomado dos tercios y ya estoy rogando por una ley que nos detenga. Creo que la hora de la trasformación está llegando, una vez más.
No se qué nos pasa. No es el alcohol ni las drogas, es un impulso colectivo que saca nuestro lado salvaje y nos hace caminar como caballos sin riendas entre los pocos granollerenses espantados que quedan a esas horas de la noche.

Se esconden en los oscuros callejones de la ciudad, y sólo cierta prostituta se atreve a quedarse, clavando su tembloroso tacón en el húmedo y brillante asfalto.
Alguna que se atrevió a tocar a uno de mis amigos no vivió para contarlo, pues se llevó una certera puñalada en el cuello que salpicó de rojo los cristales opacos de alguna vieja tienda.
No tengo remordimientos cuando el cuerpo de la meretriz cae sonoramente, sino que río placenteramente, dejo brillar salvajemente los dientes a la luz de la luna para que mis amigos los vean, para que sepan que éste solo es el comienzo, que la noche promete.
Ya nos han echado de todos los tugurios. Además, no nos quedan ganas de pedir más cervesa, nos suena mal la ese final.

Debo de tener alguna parte de mi cerebro muy excitada por las malditas farolas de leds, y emano explosiones de endorfinas que me piden diversión. Seguimos avanzando, aún queda mucha noche, muchas puñaladas que asestar a indefensos cuerpos en venta, mucho mal que ejecutar.
Cuando buscamos acción generalmente sólo la tomamos con las prostitutas. Creo que no es por nada especial. Cuando he meditado al día siguiente en la calma de mi despacho del Museu de Granollers, he llegado a la conclusión de que es esa maldita manía suya de tocarnos. A quién se le ocurre tocar a un hombre de forma zalamera en estado de instinto animal desbocado.
Empiezo a oír sirenas a lo lejos. Si nos cogen los Mossos tendremos lío y nos tocará pasar unas horas en un apestoso calabozo, hasta que nos fuguemos de nuevo.

Más vale que lo dejemos por hoy y nos vayamos a dormir un poco. Mañana me espera un tedioso día de trabajo catalogando piezas.

Me preparo dos zolpidem y una eszopiclona bien agitados en un abundante vaso de agua: ése cóctel siempre me ha ido bien para dormir. Enseguida me entrego a Morfeo, y sueño que soy una persona normal, que salgo de tomar unas copas de un bar musical, río con mis amigos, coloco una papelera volcada en la calle, recojo el coche del parking, dejo en su casa a un par de amigos y vuelvo a la mía, donde estoy a punto de tomar un vaso de leche caliente.


El maldito despertador suena y me deja con el vaso en los labios. Desperezándome en la cama, pienso malhumorado que me pasaré el maldito día anotando piezas e introduciendo datos en el ordenador. Ojala llegue pronto la noche. Hoy también me he levantado con ganas de acción.

jueves, 2 de abril de 2015

Jos de punta

Jos de punta, a dónde os habéis ido, que me dejáis aquí perdido en la extraña urbe de Granollers, donde todo es nuevo para mí.
Jos de punta, mira que estáis lejos, fuera del alcance de mi soñado abrazo, obligándome a hacer nuevos amigos, a escuchar nuevas  risas, a sentir manos extrañas en mi hombro, a oler nuevos perfumes de mujer...
Jos de punta, cómo os añoro metido en esta mugrienta taberna, perdido en los efluvios etílicos de este vino blanco riquísimo que no puedo dejar de beber...

jueves, 13 de noviembre de 2014

Poesía

Tan solo llevaría en este mundo alrededor de una década y un lustro, y no se me ocurrió mejor cosa que dar a leer una poesía que acababa de escribir a un tipo, de los que decían por ahí que entendían de literatura y eran buenos poetas y, lo que es peor, de los que se lo tenían muy creído.

-No has escrito mucha poesía, ¿verdad? –fue su rancia respuesta cuando acabó de repasar mi papel.
-La verdad es que no… -acerté a decir. La verdad es que si hubiese cortado mi ilusión con un afilado puñal, no le habría salido mejor.
-Pues se nota, se nota –volvió a replicarme socarronamente el muy hideputa.
Aunque no puedo negar que me dolió, pasé de él y no cesé en mis andanzas literaturienses.

La venganza vendría no mucho tiempo después, casi de casualidad. Tenía yo otra poesía encima de mi escritorio, la acababa de terminar y estaba orgulloso de ella. El tiparraco, que estaba en mi casa por otros asuntos, vio mi manuscrito y lo tomó, sin duda acuciado por la curiosidad de unos trazos garabateados en una maltrecha cuartilla. Cuando acabó de escudriñarlo, se quedó pensativo.

-¿Te gusta? Supongo que la conocerás, es de Juan Ramón Jiménez –acerté a mentir,  pícara y distraídamente.

No sé qué se le pasaría por la cabeza al fulano, pero el color se le fue y parecía que había visto a un fantasma.

-No hombre, esa también es mía –tuve que cortar la mentira para devolverle a la realidad, pero sin relajar mi tono altivo –sólo bromeaba, es normal que no te sonase y que te parezca mala.

-Humm –fue todo el gruñido que me dio por respuesta el cabrón, al tiempo que el color le volvía y dejaba con su acostumbrada y petulante indiferencia el papel en la mesa.

sábado, 18 de octubre de 2014

Mi novia negrita

¡Ay que breves y deliciosos tiempos aquellos! Que noche, señoras de raso y señoras de guatiné; que algarabía, señoras de gargantilla y señoras de guantes y mascarilla. ¡Yo un memo bisoño de quince años y con mi novia negrita de diecinueve! Hoy la he visto después de tanto tiempo en mi tierra natal y ¡por todos los dioses! conserva el mismo tipazo, la misma cara risueña y el mismo pelo largo de occidentalizadas rastas brillantes. Que los estirados que miran con recelo al tostado que vende bolsos en el mercado me dispensen, que los hijos de la protervia que creen que en estos ebolientos momentos la gasolina con cerillas es la mejor lluvia que podría caer sobre África me perdonen, pero al reparar con sorpresa en ella yo no pude sino recordar el dulce pasado y embobarme cuando ella me mostró su retahíla de soldados de infantería perfectamente alineados, labrados en marfil pulido, cuan espejos detrás de carnosos labios de ébano en aquella cueva del deseo que llamáis boca.

Joderos malditos, pero mis ojos desobedecieron a mi razón y disfrutaron una vez más del culazo de aquella diosa, mi novia negrita.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Más selva

Me ha marcado bastante leer acerca del trabajo de algunas personas con los nativos indígenas en la amazonía. Siempre pensé que la llegada arrasadora del hombre blanco, sus máquinas petroleras y madereras era lo peor que les podía pasar a los nativos. Pero el intento de implantación de la religión católica y de la educación no se ha quedado atrás en la infame historia de la destrucción de otros pueblos.
Ya será demasiado tarde, pero ojalá los cruzados de la fe, los educadores al modo occidental y los especuladores se hubiesen quedado en sus casas y nunca hubiesen llegado y destruido otras culturas.
Me quedo con las palabras del padre Juan Marcos, que llegó en los años 70 a la amazonía peruana para evangelizar, y fue evangelizado...

"A veces pienso que he arado en el mar, que la educación, tal como la entendemos en occidente, ha sido lo peor que les pudo pasar a los indígenas... Todo se volvió una lucha contra la corriente: la educación a la manera occidental insiste en instalarse en estas tierras y unificar el pensamiento, el idioma, la palabra. Pretende acabar y borrar sus raíces, su conocimiento, su manera de vivir y volvernos a todos la misma cosa, sin respetar diferencia alguna. A veces creo que la letra, que la educación a la manera occidental y de conquista, se ha hecho para humillar a aquellas culturas que no la tenían."

       Milagros Aguirre, La Utopía de los Pumas. 

viernes, 1 de agosto de 2014

Derechos para la Selva

" Alguna vez las monjitas le dijeron que para qué les hablaba de esas cosas de derechos, justicia o dinero, si los indios no entendían de esos tan abstractos temas. Y él les contestó con la misma pregunta:
-¿y ustedes, para qué les hablan de Dios si ellos tampoco entienden de esos temas? "




La Utopía de los Pumas. Milagros Aguirre, 2007.

martes, 24 de junio de 2014

El espantapájaros de East River

Un viejo granuja como el gran John puede esperar sentado en su mecedora del East River durante horas, sin inmutarse, sin más compañía que su escopeta, su pantalón sujeto con deshilachados tirantes y su camisa a cuadros, a la sombra de su sombrero de paja y con una buena brizna de hierba en la boca.
Pobre de algún despistado tordo o cuervo que se adentre en los dominios del viejo John que, aunque medio sordo por los tiros que descerrajó matando a cientos de sus alados compañeros, todavía conserva buena vista para proteger las cosechas de maíz que su sobrino Vincent planta con mimo cada año.
Hoy la tarde es apática, hace unas horas la tormenta amenazaba con solemnes rugidos, pero el agua no se descargó y la paz de la atmósfera sólo se veía turbada una vez más por el chirrido de la vieja mecedora en las gastadas tablillas del porche.
De pronto, el leñoso crujido cesó. Inmediatamente, un ávido cuervo escondido en el maizal giró su cabeza hacia la casa, incrédulo por el cese del sonido avisador de la muerte y por la estampa de la figura del gran John estática.
El ave voló hasta el hombre, que había dejado de respirar pero conservaba abiertos sus ojillos y agarraba con la fuerza de su mano nudosa de noventa años la escopeta, siempre cargada y apuntando al cielo en cuarenta y cinco grados. No se lo pensó mucho el cuervo, y comenzó a picar con saña los ojos del durante tantos años vigilante y verdugo de aquellos campos. Se sumaron más pájaros, en tanto número que ensombrecieron por instantes el cielo, abalanzándose en tropel sobre el cuerpo del viejo, agitándose debajo de sus gastadas ropas, metiendo sus picos una y otra vez en los tejidos blandos, sacando tripas y dejando sin hurgar sólo el curtido pellejo y los huesos.
Cuando no hubo más que devorar, las aves de rapiña levantaron los livianos restos por encima de la mecedora, que se balanceó por última vez, vacía. El seco cadáver fue llevado por los cuervos hasta una rama de un solitario árbol, en mitad de la plantación. Allí lo sujetaron, colgado, con la escopeta todavía asida por su huesuda mano, los restos de su gastado cuerpo tapados por la camisa de cuadros, el pantalón apenas sujeto por los roídos tirantes y el sombrero de paja coronando su todavía ensangrentada calavera.


Así acabó el viejo John, ejerciendo como espantapájaros durante una eternidad, soportando las risas de algún tordo que se acercaba para hurtar unos granos de maíz, sin poder apretar el gatillo y soltar el furioso plomo, sin poder volver a removerse de placer en la mecedora ni escupir en su lata oxidada. Tan solo su cuerpo podía agitarse un poco cuando el aire preludio de la tormenta era benévolo con él.   

martes, 10 de junio de 2014

El asesino de abuelos

Con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo, el hombre exhala un cálido aliento, condensado al rozar el  frío aire invernal que invade la ya oscura ciudad madrileña. Pronto se encuentra en las afueras de la urbe, donde en las calles se arremolinan por todas partes montones de papeles y desperdicios de un antiguo barrio obrero, convertido hoy en ruinas fantasmas que con sus irregulares siluetas destacan en la negra noche. Tras uno de estos muros, se detiene y consulta la hora en un antiguo reloj de bolsillo. Pero al abrirlo, no puede dejar de mirar bajo la escasa luz de una solitaria y parpadeante farola la fotografía que ya había observado al natural hace escasos momentos. Ahora el abuelo aparece como un pálido cadáver con las cuencas de los ojos y la nariz muy negras, casi irreconocibles, como queriendo indicar la inexistencia de este ser que murió en las más trágicas circunstancias que cualquier hombre pueda soportar.

En este momento el homicida está ahí, de pie, como si nada hubiera ocurrido y con el pensamiento en blanco. Después de lo que nuevamente ha sucedido, se merece estar bajo tierra para los más severos, en una oscura celda de por vida para los moderados o por lo menos con la conciencia hecha un manojo de angustias para los más suaves. Sin embargo, ha salido otra vez indemne y parece una estatua muda a la que nunca le ha ocurrido nada más interesante que el paso del tiempo.
Cansado, se sienta. Esta vez recuerda, hace memoria de su última experiencia asesina.


Cierra el reloj y llora por todos esos nietos, más solos hoy que ayer.












Texto escrito hace varios años.

viernes, 28 de marzo de 2014

Vicio y derroche en la administración

Siendo yo gerente principal de la AGME (Aglutinación General de Medicamentos Estatales), llegó un día a mis manos una petición de una subordinada. Viajaba en mi lujoso coche oficial, acompañado de alguna señorita rubia creo, con gastos cargados al Ayuntamiento, claro; y no podía creer lo que estaba leyendo. Sin duda la gente de registro no debió de entregarme la carta, pues el vino y comida que tuve con los alcaldes de la comarca para cerrar un jugoso tema de comisiones no me sentó bien. 

Leed, conoced de la osadía, del vicio y derroche de los funcionarios públicos (Por supuesto, la funcionaria autora de semejante petición fue enviada a Oficina de Tramitaciones por Enfermedades de Parásitos, sita en Las Bajas Chafarinas):

"Doña Eulalia Funcil Ministra, antes repartidora y ahora lactante y por este motivo destinada en labores de oficina (toda vez que de todo el mundo es conocido que saliendo a la calle la leche se torna agria y el niño la escupe) en la gloriosa oficina central de tramitación de medicamentos estatales de Madrid, el cual todo sea dicho es gobernado por uno de los mejores jefes de área de cuantos alumbró la insigne nación española, humildemente solicita:

Que sea concedida una nueva barra de pegamento para la citada oficina, de tal suerte que la anterior tristemente se ha agotado.
Se hace constar que, si bien los funcionarios han tratado de aprovechar al máximo el valioso adhesivo por medio de introducción de alfileres para extraer el mismo, amén de otras ingeniosas artes más propias de hábiles artesanos que administradores de medicamentos sufragados por el estado, ha llegado el punto en el que se torna imposible extraer más preciado elemento.
Ruego a su superioridad considerar que, si bien la funcionaria que suscribe es consciente de los tiempos de carestía que sobrevuelan la ilustre nación cuan hambrientos buitres, la necesidad de una barra de pegamento para el centro de trabajo se torna acuciante, toda vez que las lenguas de estos viejos ratones de oficina más se asemejan a estropajos deshilachados que a carnosos órganos gustativos, de tanto lamer sobres. Y que no malinterprete ilustrísima, que bueno es el sabor de la correspondencia enviada a su jefatura, mas no tanto el de la carta que encierra principios activos de marihuana para ser utilizada en medicamentos de uso terapéutico.

Por todo ello, suplico a Vuesa Merced atienda la presente petición y no la vea como puro vicio, pues es de beneficio común para la ilustre oficina central, y sobre todo para el buen ciudadano, ante el cual, no debemos olvidar, debimos de rendir cuentas y servir lo mejor que podamos.

Aprovecho para saludar al ilustrísimo gerente mayor y adelantarle que en los próximos días tenga a bien atender otra petición, esta vez de un bolígrafo de color azul, habiéndose agotado el que fue pedido hace cinco años por muerte natural según apuntan servicios sanitarios (aunque algún camarada de lengua afilada apunte a que ha sido por exceso libidinoso de firmas).



Suplicando que la presente cause los efectos oportunos,



Doña Eulalia Funcil Ministra"

jueves, 20 de febrero de 2014

Merecedores de mereces

¡Merecedores de mereces, galgilábalos ojiplatoniacos, reunios y cantad al son de las más afrutadas melodías tricornianas que el mundo jamás dio a conocer!
¡No temáis en vuestra carrera de arrullos, chocad vuestras estremeces landosas y gritad al gobernáculo!
¡Que los contubernios de tres ojos, los regímeros polinesios del norte o las hadas tuétanos sin alas no os asusten; nosotros somos el verdadero rito aldeíco y tenemos el viento que mece las hojas de alcuercáno digital!

¡Gritad, escupid por vuestras viejas trógolas de cinco bits espumas ácidas y proferid juntos el canto del regazo! Lo merecéis.