domingo, 21 de diciembre de 2008

Amor sobre las barreras del tiempo

Nota: esta narración fue escrita cuando yo contaba con la edad de 14 años.

Ella iba a trabajar, pero como era su primer día de trabajo, tenía que llegar a tiempo. Decidió tomar un atajo, que era un callejón oscuro, sucio, húmedo y viejo. Entró en él y sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, desde la cabeza a los pies. Se paró, escuchó y pudo oír un constante goteo. De pronto, una rata se puso delante de ella. Con gran pánico dijo:

-¡Fuera de aquí, animal asqueroso!

La rata se alejó, pero ella sintió unos pasos que se acercaban. Una mano le tocó el hombro y ella miró hacia atrás.

-¿quién es usted?
-¿Yo? –respondió un hombre al que ella no podía ver en la oscuridad.
-Sí, usted, ¿qué quiere de mí?
-Estoy aquí para protegerla.
-¿Protegerme de qué? Déjeme en paz, tengo prisa.
-Para protegerla de su muerte.
-Usted está loco –contestó ella alejándose.
-Espera –dijo él cogiéndola por el brazo y obligándola a permanecer en el callejón.
-Oiga –volvió a decir ella- si lo que quiere es el dinero cójalo todo, pero no me haga daño.
-Yo no voy a hacerte daño, ya te dije que te voy a salvar de tu muerte
-¿Y no me va a dejar salir de aquí?
-No.
-Es mi primer día de trabajo y no quiero llegar tarde.
-Me da igual.
-Está bien, pero explíqueme eso de salvarme.
-Bien. Yo vengo del futuro para protegerte de una bomba que va a estallar en el edificio donde tú trabajas.
-¿Ah sí?
-Sí.
-¿Y cómo has venido del futuro? ¿En una máquina del tiempo?
-No. ¿Has oído hablar de la teoría de Einstein sobre el tiempo?
-Sí, estoy muy enterada del mundo de la ciencia y la tecnología, aunque me gusta más todo lo referido a las letras. Bueno, lo que iba a decir: Einstein decía que se podía viajar en el tiempo si se fuera a la velocidad de la luz, porque el tiempos e paralizaría, pero las nuevas teorías dicen que podríamos desplazarnos en el tiempo y ene l espacio mediante los agujeros negros del espacio, porque allí se supera la velocidad de la luz.
-Exacto. Estás muy bien enterada.
-¿Tú has venido al pasado, que es mi presente, mediante un agujero negro del espacio?
-Sí. En mi tiempo, en el futuro, acabamos de inventar una nave muy resistente y muy veloz, que ninguna nave de tu tiempo puede igualar. Con ella me han enviado a mí al pasado, que es tu presente, mediante el agujero negro más cercano del Espacio.
-¿Y para que te han mandado a ti al pasado para salvarme a mí de esa explosión?
-A eso iba. En el futuro todo es destrucción, caos, pobreza, hambre y muerte; entonces, si yo cambio algo del pasado, el futuro cambiará y seguro que será mejor.
-Pero si me salvas de mi muerte tú no existirás en el futuro, todo cambiará.
-Sí, pero hay que hacerlo con tal de que ese futuro nunca llegue a existir.
-Así que tu misión es retenerme para que yo no muera en la explosión y así el futuro cambie, porque sino será un desastre.
-Sí.
-¿Y cómo volverás?
-No volveré, desapareceré y el futuro desastroso conmigo.

Hubo unos instantes de silencio en la agradable, pero asombrosa conversación.

-Bueno –dijo ella reanudando así la conversación –si no puedo moverme de este horrible callejón, hablemos de algo.
-¿De qué? –dijo él.
-¿Porqué no del amor?
-¿Del amor?
-Sí.
-¿Por qué?
-Porque me interesa y me preocupa, ¿no quieres hablar del amor?
-Es curioso, mira las circunstancias en las que estamos, y tú quieres hablar del amor.
-Vale, señor hombre del futuro, tranquilo.
-No, no. Si quieres hablar del amor, hablemos del amor.
-¿Para ti qué es el amor? –comenzó ella.
-Para mí el amor son muchas cosas: un sentimiento de afecto que nos atrae hacia cosas buenas para disfrutarlas, felicidad o cuando un sexo atrae a otro.
-¿Así piensas tú del amor? ¿No te sugiere nada más?
-Sí, también se que sin amor la raza humana no se extinguiría. Los humanos también somos animales y los animales no sienten amor.
-¿Es que en el futuro tampoco hay amor?
-Exacto, tampoco hay amor.
-Ya.
-A mí me gustaría sentir el amor, compartirlo, pero como soy de un tiempo en el que eso es imposible, no puedo.
-Lo comprendo, yo también quiero amor, y aunque pertenezco a una época en que si existe, todavía no lo he conseguido.
-¿Porqué no compartimos nuestros sentimientos y así podremos sentir mutuo amor?
-No podemos, pertenecemos a tiempos diferentes y no estamos enamorados, no podemos sentir algo el uno por el otro, yo no te quiero, tengo mucha vida por delante para enamorarme.
-¿Y gracias a quién? ¿Quién te está salvando de la muerte? Ni siquiera llegarías a conocer el futuro y no conocerías el amor.
-¿No lo comprendes? Tú y yo no podemos sentir lo que es el amor juntos, porque tú vas a desaparecer dentro de muy poco tiempo.
-Por eso, porque tú vas a tener oportunidad de sentir el amor y yo voy a desaparecer, por eso, dame tu amor.
-Tú y yo no podríamos hacer buena pareja, escucha, desde el principio del hombre hasta hoy, siempre han existido buenas parejas como Cleopatra y Julio César, napoleón Bonaparte y Josefina…
-Tú y yo.
-No, tú y yo nunca será una pareja.
-Por favor, deja de hablar y ámame.
-El amor puede pasar todas las barreras, todos los obstáculos, el amor hace matar, el amor hace morir, pero el amor no puede sobrepasar una gran barrera, y esa gran barrera es el tiempo, el inexorable tiempo.
-Ámame.
-Yo no siento anda por ti, ni siquiera te conozco.
-¿Es que tienes novio, marido o algo parecido?
-No, peor espero tenerlo y desde luego no vas a ser tú.
-Tómame, quiéreme, por favor.
-¿Es que no lo comprendes?
-No.
-El amor no es así, hombre del futuro.
-¿Y por qué no puede ser así el amor?
-Yo no puedo amar al primer hombre que me diga que le ame.
-¿Por qué no? ¿Es que eso no puede ser amor? ¿Amor a primera vista?
-Eso no es amor a primera vista, tú me quieres, pero yo a ti no.
-¿Por qué existe el amor? ¿Por qué existe si no se puede compartir con la persona que tú quieres?
-Pero no es el amor, tú no lo entiendes.
-Yo no soy como romeo haciendo una declaración de amor a Julieta, ámame. El amor es como un río, nunca vuelve a pasar una gota de agua por el mismo sitio, y el amor nunca vuelve, sólo una vez vino…
-Yo no soy ninguna Julieta.
-¿Qué es el amor?
-Yo no lo se, hombre del futuro.
-¿Existe el amor?
-Sí.
-Y si existe, ¿por qué yo no tengo?
-No sabes lo que dices, tú lo estás buscando, pero no lo has encontrado todavía. Es como decir que no existe el dinero sólo porque algunas personas tienen la desgracia de no tenerlo.
-Es increíble lo que hace el amor.
-¿Porqué? ¿Tú lo sientes acaso?
-Sí, en estos momentos estoy sintiendo amor, un profundo y triste amor.
-¿Triste?
-Sí.
-¿Por qué?
-¿Te parece lo que yo siento hacia ti un grande amor?
-Sí, si me lo parece, pero yo no siento nada por ti y para ti.
-Por eso es un triste, decaído, apenado, desesperado e imposible amor.
-Si vives en un tiempo en el que ni el amor ni la felicidad existen, no puedes saber lo que son.
-¡Ay! ¡Cuánto me gustaría vivir en este tiempo para sentir tu amor! Ir contigo a pasear, ver contigo las estrellas, morir contigo.
-Aunque vivieras en este tiempo, no te sería tan fácil conseguir el amor, el verdadero amor.
-¡Qué suerte tienen todas las personas que viven en este tiempo, tienen amor y felicidad!
-Tú estás muy equivocado, hombre del futuro. Porque en mi tiempo también hay infelicidad y pobreza. Dejemos ya el tema del amor, yo no te puedo dar mi amor.
-¿Por qué? ¿No eras tú la que querías hablar de amor?
-Sí, pero dejémoslo.

Hubo una pequeña pausa en la ardiente conversación, en la que el hombre se puso a llorar. Mal visto para un hombre es el llorar, pero nuestro hombre lo hizo, o mejor dicho, se lo hizo hacer alguien: el amor.

-Vamos, no llores –dijo ella.
-¿Qué no llore? ¿No eras tú la que quería hablar de amor?
-Sí, pero dejémoslo.
-¡No! ¡Ámame!
-¡Déjame, yo no puedo amarte!

El hombre acercó sus labios a los de ellas hasta rozarlos, y la mujer retrocedió espantada con un gran calor que hacía que los labios le ardieran.

-¡Déjame! ¿No lo entiendes?
-Está bien, no insistiré más.

De nuevo hubo unos instantes de silencio.

-Es curioso –volvió a decir ella, siempre alegre, dispuesta a reanudar la conversación pasara lo que pasara –llevamos un rato hablando y ni siquiera he visto tu cara, no se cómo te llamas y no se tu edad, ni nada acerca de ti, eres muy misterioso.
-En cuanto a mi cara, no me la puedes ver porque este callejón es oscuro, mi nombre lo sabrás dentro de poco y mi edad son 40 años.
-¿En qué año vives?
-En el 2017.
-¡Ahora, en tu pasado, tienes 20 años, porque estamos en el año 1997!
-Sí.
-Me has mentido cuando me has dicho que te gustaría vivir en este tiempo, porque ya has vivido.
-Sí.
-Y sabías que en este tiempo, en 1997, también hay infelicidad y pobrezsa.
-Sí.
-Y sabías que en este tiempo también… bueno, la verdad es que yo también te he mentido.
-¿Si?
-Sí.
-¿Y en que me has mentido?
-Te dije que no tengo novio y si tengo, por favor, perdóname.
-Sí, no te preocupes.
-Gracias.
-¿Cuántos años tiene?
-Tiene 20
-¿Y tú?
-19
-Yo ahora, en tu tiempo, en 1997, tengo 20 años.
-O sea, que ahora, tú estás por ahí, en cualquier parte, pero con 20 años.
-Sí.
-¿Y si os encontráis tú y el tú de 20 años menos?
-No nos encontraremos.
-Ah.
-¿Cómo es tu amor con tu novio?
-Le amo más que a nada en el mundo, y nos vamos a casar pronto. Por eso no puedo amarte a ti, hombre del futuro, y digo hombre del futuro siempre porque no se tu nombre.
-Ya te dije que lo sabrás dentro de poco. Yo, ahora, en 1997, tengo novia, y la quiero mucho, pero va a morir.
-¿Y cómo sabes que va a morir?
-Recuerda que vengo del futuro, por lo tanto tengo que conocer el pasado.
-Como yo, yo también iba a morir hoy, pero tú me has salvado. ¿Qué hiciste después de morir ella?
-¿Qué hice después?
-Sí.
-Me retiré, apartado del mundo, ajeno a lo que pasaba y meditando.

A ella le daba tanta pena ese hombre, que empezaba a sentir algo por él, algo especial como el amor, pero siguió hablando:

-¿Tanto la querías?
-Sí.
-¿Y sobre qué meditabas?
-Sobre el amor, qué era, cómo era, cuándo era, por qué era.
-¿Te ofreciste voluntario para venir a 1997?
-Sí.
-Tu historia es triste, sin duda.
-Sí, pero deja ya de hacerme preguntas.
-De acuerdo.
-¿Ves esto?
-Sí, es una cadena y parece de oro.
-Exacto, es una cadena de oro, la compré poco antes de que muriera ella.
-Es muy bonita.
-Sí.
-¿Y cómo…?
-Bueno, perdona que te interrumpa, olvidémonos de la cadena y de todo esto, ya es la hora.
-¿La hora de qué?
-La hora de que yo desaparezca.
-¿Tan pronto?
-Sí.
-No te vayas, por favor, quiero seguir hablando, esta conversación ha sido muy breve.
-Lo siento.
-¡No! ¡Apenas hemos hablado!

Pero nadie respondió, él había desaparecido. Ese hombre misterioso que quería amor había desaparecido.
Ella siguió andando hasta el final del callejón, con paso lento y cara decaída. Otra rata se cruzó en su camino, pero esta vez no dijo nada, sólo se limitó a andar. Por fin salió del callejón y esa sensación de humedad, suciedad y oscuridad había desaparecido.
Siguió andando hacia su local de trabajo, aunque había estado algún tiempo hablando con ese hombre. De pronto, el destino, el incalculable destino, hizo que se encontrara con su novio. Ella lo llamó, y él vivo y le dijo:

-¿Pero no tenías que estar trabajando?
-Sí, aunque es muy tarde. Vamos, acompáñame, no te vas a creer lo que me ha pasado, te lo contaré más tarde.

Llegaron al local donde ella iba a trabajar, pero todo era destrucción. Muros, vigas, ventanas, hierros y muebles yacían en el suelo destrozados por una explosión.

-¡Lo sabía! ¡Lo sabía! –Dijo ella con gran alegría –ese hombre decía la verdad.
-¿De qué estás hablando? –preguntó el novio.
-Ya te dije que te lo contaría más tarde, es una alarga historia.
-Por llegar tarde te has salvado de esa gran explosión.
-Sí –dijo ella con gran alegría, una alegría muy grande, que el lector se puede imaginar si piensa en la alegría que se siente después de haberse salvado de la muerte.
-Ah –dijo el novio –se me había olvidado decirte algo.
-¿El qué?
-He comprado esta cadena de oro.
-Ella la miró con gran asombro, era la misma cadena que el hombre le había enseñado minutos antes en el callejón. El lector ya se habría imaginado quién era el hombre del futuro, su propio novio pero con 20 años más, venido del futuro para salvar a su novia.
-¡Ese hombre era mi propio novio! –Dijo ella -¡por eso dijo que su novia había muerto poco después de comprar la cadena! ¡Su novia era yo! Yo no he amado a mi propio novio. ¿Cómo es el amor? ¿Cuándo viene el amor? ¿Por qué viene el amor? ¿Qué es el amor? No sabemos nada del amor. Quizá exista el amor sobre las barreras del tiempo.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Quiero volver

De cerca, el bosque ya no se asemejaba a aquel halo de verde transparente que tanto había deseado ver. La alegría de la llegada de Juana al exterior fue encubierta por la fría sombra que proyectaban los altos árboles, la cual refrescaba su mente y le hacía pensar en las imágenes que a diario veía en la televisión sobre el mundo exterior. Desde su sillón, se había pasado largas tardes soñando con escuchar algún día aquellos sonidos, con ver aquel derroche de plantas salvajes y agua libre que lo inundaba todo, había anhelado tocar el arco iris…
Pues bien, ahora estaba allí; había conseguido escapar de la ciudad, pero todavía no sentía nada. Mientras se adentraba en el bosque, las ramas de los árboles se estremecían cada vez más por un intenso viento que hacía que el algodón del cielo se tornara paulatinamente de un gris sucio. Comenzó a llover. Presta, Juana corrió a refugiarse en un amplio y viejo tronco de castaño herido por algún rayo, y sintió frío. No recordaba cuándo había sido la última vez que había sentido esa gélida sensación, pues desde niña había conocido la gran cúpula opaca acristalada que rodeaba a la ciudad y la aislaba de lo que ocurría en el exterior. De pronto, un cosquilleo en su brazo: una araña. Salió del viejo tronco sacudiéndose frenética todo el cuerpo, y se adentró en el corazón del bosque, todavía más asustada de aquel mundo. Sentía dolor, pues aquel rudo terreno dañaba sus blancos y poco expertos pies, mientras que el exceso de aire puro parecía narcotizar sus sentidos. Cuando estuvo demasiado cansada, Juana se paró, y el intenso brillo de un campo de plantas le llevó su tacto hasta ellas, mas apenas las hubo tocado, un incipiente sarpullido invadió sus manos.
El picor era insoportable, y mientras alzaba sus manos a la lluvia para aliviarse, algo resbaladizo reptaba entre sus piernas, era una enorme serpiente que Juana apartó pataleando y gritando; corría, saltaba, maldecía al bosque, maldecía al mundo exterior, a aquel arco iris con el que tanto había soñado. Agotada, reposó en una roca y lloró, bañando sus lágrimas el suelo al mismo ritmo que dejaba de llover. Cuando alzó la vista, el cielo parecía desprenderse del algodón, para dejar paso a un intenso azul. En lo alto de una colina, se alzaba al fin la banda multicolor, lejana, intocable, pero un sol cada vez más hiriente quemaba la piel de Juana. Decidió volver a la ciudad.

Cuando al día siguiente su mejor amiga le preguntó por su arriesgada escapada al exterior, Juana no pudo sino pensar en la lluvia, en el frío, en los insectos, observó el todavía persistente sarpullido en su piel, y pensó en su ciudad, miró hacia arriba, contempló la gran cúpula, sus filtros purificadores, las pantallas que decoraban todos los muros y proyectaban continuos espectáculos televisivos, y contestó:

-El exterior es inhóspito, salvaje, atroz… es libertad. Quiero volver.

martes, 21 de octubre de 2008

El viaje de las cosas

A veces, cuando regresamos de un largo viaje todo nos ha parecido un sueño. De las innumerables experiencias vividas guardamos gratos recuerdos, y aunque en nada hayamos cambiado por fuera, podemos decir “yo estuve allí”.
Si las cosas cotidianas que nos rodean pudieran hablar, sin duda también contarían a las compañeras sus experiencias.

-Estuve cuatro días en Viena, y es precioso chica
-¡Yo me pasé todo el viaje en la bodega del avión!
-Estoy tan cansado… he estado en lugares preciosos

Son los comentarios que se oyen en lo más profundo del oscuro armario, donde las prendas que se han ido de viaje con nosotros describen sus experiencias a sus hermanas. Porque en ocasiones, cuando tiramos esas viejas botas o ese pantalón, no nos damos cuenta de que ellos también son cosas de mundo, como un puñado de ilustrados con afán de aprender nos han ido acompañado a través de los lugares del mundo, impregnándose de ellos, gastándose, adquiriendo colores jamás vistos en otros sitios, por la influencia de aquellas luces, de aquel sol, dejando sus pequeñas partículas, que también son las nuestras, en ellos.

Pero si prestamos atención, podemos escuchar a las otras cosas, esas que tenemos en casa y que parece que jamás se han movido; podemos soñar con ellas en la cocina, en la habitación, en el garaje… Tras levantarnos tan solo tenemos que coger nuestra taza del desayuno y dejar que nos cuente cómo fue su viaje desde la seca tierra italiana hasta una fábrica donde pasó a ser blanca porcelana, o aquel viejo procesador de ordenador, hecho en otro continente, y que ahora abandonado en un basurero se descompone y transmite su experiencia de otros lugares en el suelo virgen de algún monte de nuestro pueblo, que hasta ahora no había conocido más allá de lo que le contaba alguna semilla traída por el viento. Aquel al que le gusta viajar sabe que en las cosas encuentra a los más grandes viajeros del mundo, ellas en silencio nos acompañan, sin quejarse, dejándose llevar, y cuando nosotros nos deshacemos de ellas, seguirán vagando por el mundo, acaso con otras formas pero con la misma materia, cada vez más rica.
Al pensar en mis rotas zapatillas imagino esas pequeñas manos que las elaboraron, el ruido del viejo camión que las transportó y hasta acierto el olor del mar mezclado con el combustible del inmenso buque que las trajo hasta aquí… ahora comprendo porqué se gastan tan rápido: están cansadas del largo viaje para llegar hasta nosotros.

martes, 7 de octubre de 2008

El jerbo que tenía dos Kikos

-Abuelito abuelito ¡cuéntame una historia!
-Es tarde pequeño mío
-No, venga abuelito ¡no tengo sueño!
-Jajaja está bien. Te contaré la historia del Jerbo que tenía dos Kikos.
-¿Sólo tenía dos kikos, dos maicitos para comer?
-Oh no, no se trata de alimento, el jerbo tenía dos Kikos, dos personas llamadas Kiko.
-Ohhhhhhhh ¡sigue abuelito!

Todo ocurrió hace mucho tiempo, cuando los hombres todavía eran pequeños, tan pequeños que una moneda de las de ahora podía ser usada como escudo, un lápiz podía ser un tronco o una simple cajita de zapatos podía hacer las veces de casa.
Entonces los jerbos eran grandes, los animales más grandes del mundo. Los hombres vivían en sus pequeñas cuevas, que todavía hoy se pueden ver como agujeros en el campo. Los animales no se metían unos con otros, hasta que un día un viejo jerbo que vivía solo, cansado de su vida, decidió romper las normas, esas normas que en ningún sitio estaban escritas, quiso hacer algo nuevo, que nadie hubiera hecho hasta entonces; por eso se le ocurrió capturar a algún humano.
Al poco tiempo de meditar en ello, el jerbo salió al campo y fijó la vista en dos pequeños humanos que estaban sentados en lo alto de una alta planta de trigo. Los observó largo tiempo, y vio que eran iguales (eso era raro, pues nunca había visto a dos hombres iguales), pero esto le llamó más la atención, y sin pensarlo más cogió en sus grandes garras a los dos pequeños y se los llevó a su casa dando grandes saltos.
Pasó el tiempo, casi dos años. Al jerbo siempre le había parecido que aquellos humanos eran tristes, desde el momento en que los encontró, allí sentados, sin decirse nada, y ahora, en su jaula, una gran jaula transparente que él mismo les había construido. Él no recordaba a ningún niño triste ni tan parecido entre sí, pero con el pasar del tiempo fue indagando cosas sobre ellos. ¿Acaso estaban tristes por encontrarse encerrados? No podía ser, pues antes de capturarlos habían estado así. Todas las noches conversaba con los chicos, y a través de estas conversaciones el jerbo supo que se llamaban Kiko, los dos Kikos. Se llamaban así porque al nacer fureron idénticos, tanto en su aspecto como en su comportamiento, ya que si uno lloraba el otro también, y si el otro reía el uno hacía lo mismo, y se querían muchísimo, por esto sus padres, que nunca podían diferenciarlos, les trataron como uno solo y llamaron a los dos Kiko. Al crecer, ambos eran inseparables, se necesitaban, juntos eran los más listos y los más hábiles del bosque, podían superar todas las adversidades. Pero un día todo cambió, los dos Kikos habían discutido por algo sin importancia: quien sería el primero en beber el néctar de una flor, el primer retoño de la primavera, que ambos añoraban desde el año anterior. La discusión fue fuerte, y desde entonces todo había cambiado: ahora siempre discutían, opinaban lo contrario, apenas se miraban y finalmente no se hablaron. Estos fueron los tiempos en que el jerbo los capturó.
El jerbo convirtió su vida en un afán por intentar volver a unir a sus dos Kikos, se pasaba largo tiempo contemplándolos en su jaula, parados, sin mirarse, sin decirse nada. A menudo les regalaba muchos juguetes, les ofrecía las mejores comidas, pero nada hacía que se reanimasen. No había cosa en el mundo que más desease el jerbo que sus dos Kikos volviesen a ser uno. Una noche, mientras el jerbo dormía, este notó una extraña sensación en su habitación que le despertó. Rápidamente encendió una lámpara y se acercó a la jaula de los Kikos. Cuando vio que los dos muchachos no estaban en la jaula, una gran desazón lo embargó. Se habían escapado, ya no podría disfrutar más de su compañía. Se inclinó sobre la jaula, y su tristeza se fue tornando en satisfacción cuando la recorrió con su mirada: en una esquina había una montaña de juguetes que los Kikos habían construido para escapar, habían trepado por ella hasta salir. Aquello significaba que los Kikos habían hecho algo juntos, que habían tramado entre ellos, que volvían a hablarse, a quererse, que gracias a su unión habían conseguido la libertad. Por eso el jerbo se puso muy contento y se asomó a la ventana, con la esperanza de todavía poderlos ver huir. Allí estaban, a lo lejos, corriendo a la luz de la Luna entre los secos trigos, cogidos de la mano. Por un momento al jerbo le pareció ver que los Kikos se convertían en uno solo, que se fundían en un gran hombre, tan alto como una montaña.

jueves, 14 de agosto de 2008

La teoría

Esa tarde, la Casa del Mar de Viveiro, en Galicia, se encontraba desierta. Ramona Muxía, la secretaria, pasaba su turno mientras miraba aburrida una revista de decoración interior en su escritorio.
-El día que pongan Internet mis tardes de aburrimiento acabarán- decía en alto, sin ser oída más que por alguna mosca que revoloteaba en la ventana abierta, que daba a un gran acantilado de veinte metros.
Poco había cambiado el despacho desde que, hace 12 años, Ramona entrara a trabajar con 22 veranos, recién acabado su curso de administrativa.
La estancia era grande, luminosa, con una estantería detrás del escritorio repleta de papeles, libros y restos calcáreos de animales marinos como conchas y caracolas a modo de adornos. A un lado, en la pared opuesta a la ventana, se extendía un gran cuadro repleto de complicados nudos marineros, todos de color azul y con sus denominaciones inscritas a mano debajo en trocitos de papel amarillentos.
Ramona tiró la revista a un lado, cansada, y apoyó la cabeza en una mano. Su nuevo entretenimiento consistía ahora en afilar lapiceros, mas apenas hubo cogido el primero, éste se le cayó del escritorio, cuando se sobresaltó por el chirriar del frenazo de unas ruedas de automóvil en la calle.
El motor se apagó, y notó unos pasos acelerados por el pasillo que se dirigían a ella. Llamaron nerviosamente a la puerta, y tras su “adelante”, un anciano se coló en la sala como una exhalación.
El hombre, de unos setenta años de edad, rostro cansado y ojillos vivaces tras unas enormes gafas de pasta negra, tenía en una mano una carpeta llena de papeles; se pasó la otra mano por su todavía poblada y blanca melena, dirigiéndose a Ramona sobresaltado:
-Señorita, mi nombre es Alfredo Pouso, soy físico. Acabo de llegar a la culminación de unos estudios de suma importancia, que debo dar a conocer, he creído que la Casa del Mar era un lugar apropiado.
-Tome asiento, señor Pouso, y tranquilícese- el semblante de Ramona se iluminó: por fin la tarde iba a dejar de ser aburrida- cuéntemelo todo.
Alfredo carraspeó, se sentó en una banqueta gastada y relajó sus facciones, si bien sus nerviosos ojos seguían delatando su inquietud.
-Verá, llevo años estudiando el fenómeno de evaporación del agua marina. Hace unos minutos he llegado a la culminación de mi teoría, y lo que he descubierto es francamente horroroso.
-¿Qué ha descubierto?
-Que nos estamos quedando sin océanos.
-Explíquese.
-Le haré un resumen, pero tengo todo mi trabajo en mi carpeta en detalle. En los últimos 40 años, la radiación solar ha aumentado considerablemente, y según mis predicciones, aún lo hará más, a un ritmo exponencial. El motivo son las variaciones en las reacciones termonucleares del Sol.
-Pero, ¿porqué se producen dichas variaciones?- interrumpió Ramona.
-Es sencillo. Si usted hace un fuego, observará cómo sus llamaradas fluctúan, suben y bajan, imagínese este fenómeno en el Sol, donde pequeñas oscilaciones tienen una repercusión enorme en los demás planetas del Sistema Solar.
-Entiendo- A Ramona le resultaba divertido aquel tipo con pinta de loco.
-Pues bien, el aumento de radiación solar incide directamente, y en un 80%, sobre la superficie de los océanos. Este aumento de calor hace que la tasa de evaporación del agua marina sea brutal
-Señor Pouso- Ramona estaba dispuesta a hacerse la científica para entretenerse un rato- Todos sabemos que el agua evaporada vuelve a caer en forma de lluvia, algún día volverá de nuevo a la tierra.
-No sea tan escéptica- Alfredo estaba visiblemente irritado- Ante tamaños volúmenes de evaporación y tanta radiación, las moléculas de agua no pueden ser retenidas en la atmósfera terrestre, con lo cual escapan al espacio exterior, donde se disgregan para ser perdidas para siempre.
-¡Tonterías! Precisamente escuché la semana pasada en un programa de televisión que el cambio climático está haciendo que el hielo de los polos se derrita, con lo cual el volumen del mar está creciendo, con peligro de anegar las costas.
Pouso se levantó, agitando sus papeles y temblándole la voz:
-¡los cálculos de esos científicos están equivocados! El aumento del nivel del mar debido al deshielo es infinitamente inferior al de pérdida de agua por tasa de evaporación. Aún más, la radiación ultravioleta acumulada en la atmósfera contribuye a la rotura de las moléculas de agua, que escapan sin remisión al espacio. Según mis ecuaciones, contrastadas y corroboradas, la sequía total se producirá en 80 ó 100 años. ¿Se imagina unas costa sin mar, llena de sal y pedregales, dónde la fauna marina, base de nuestro sustento, desaparezca? ¡Y no crea que vengo con las manos vacías, funcionaria de pacotilla! Propongo una solución en mi estudio: La construcción de cúpulas gigantes, pantallas pre-atmosféricas de dióxido de carbono estable que nos protejan de la radiación solar. ¡Tiene que hacer llegar esto a sus superiores!
Alfredo Pouso tiró con violencia los folios encima del escritorio, desperdigándose estos por el suelo.
Ramona levantó su orondo cuerpo de su silla:
-¡Lárguese de aquí, viejo loco!
Pouso, fuera de sí, arremetió con sus pocas fuerzas contra Ramona. El forcejeo duró unos instantes, donde Ramona doblegaba al anciano, que vociferaba con medio cuerpo ya fuera de la ventana, empujado por dos fuertes brazos de secretaria irritada.
Al final, el liviano cuerpo de Pouso se precipitó al vacío, reposando en las escarpadas rocas del acantilado, tiñéndolas rojo.
Ramona, horrorizada, cogió el teléfono y con temblorosa voz llamó a los servicios de emergencia. Sin demorarse, recogió los desperdigados papeles del viejo y los metió precipitadamente en la destructora de papel.

martes, 29 de julio de 2008

Novela francesa del siglo XIX

Desdicha tras desdicha dentro de un amor apasionado, y entre una y otra pequeños momentos de felicidad, donde cuando parece que las cosas van a ir mejor todo se tuerce para empeorar hasta la desesperación. Así son las obras de algunos autores franceses decimonónicos como Balzac, Flaubert, Stendhal y otros algo anteriores como Prevost. En todas ellas se nos relata el mundo de la suntuosidad parisiense de la época, historias de orgías de palacio, ópera, juego, vida de lujos al límite de las posibilidades, quiebras.
Es la pasión la que mueve estas novelas, pasión de hombres enloquecidos arrastrados por las cadenas de voluptuosas prostitutas, que no buscan de ellos más que la fortuna que sustente sus caprichos; o la de pálidas jóvenes de la alta sociedad que desoyen las ordenanzas de matrimonio concertado de sus padres, pues buscan el amor de altos jóvenes de negros cabellos rizados.
Parques veraniegos de París, donde la ostentación de vestidos, carruajes y lacayos sirve para ensombrecer la pobreza de moral; casamientos que buscan la renta anual suficiente para vivir cómodamente y sin trabajar; amantes que se fugan en la noche en busca de su felicidad… Me encanta.

martes, 15 de julio de 2008

Sesión de miedo campestre

Cuando estás en la noche en mitad del bosque, entre pinos y una vieja cabaña para ver unas pelis de miedo, lo menos que puede suceder es esto...


lunes, 7 de julio de 2008

La monitora

  Era un maldito campamento, de esos al que nos envían los padres en verano, quizás con afán de que vivamos nuevas experiencias, nos formemos y relacionemos en el medio natural o tal vez sólo para desembarazarse de nosotros por una buena temporada.
El griterío de los demás niños se confundía con el sonido de los motores de los coches de los padres, que lejos de estar apenados por la despedida marchaban ronroneando a sus casas en busca de tranquilidad. Los monitores iban dando instrucciones, había muchas actividades, demasiadas, excesivas actividades; tantas que me mareaban, y eso que acababa de llegar.

  Me gustaba observar. Los días pasaban despacio, y comprobaba cómo se formaban los grupos de amigos, los romances, los equipos de fútbol y baloncesto, cómo todo el mundo se lo pasaba bien; aunque siempre había algún pobre niño sólo como yo, pero más desgraciado, dando paseos de arriba abajo, llorando o hablando solo, ansiando el momento de volver a su hogar, a los que en ocasiones yo me acercaba para intentar consolar, sin resultado alguno.
“Los solitarios” éramos como un clan esparcido, niños silenciosos, temerosos de la noche y de las historias de miedo al pie de la hoguera, que gustábamos de quedar en la tienda cuando caía el sol y no entrábamos en los planes de los demás.

  A todos nos gustaba una monitora, joven, de cabello claro, seria, de mucho carácter, de la cual yo desconocía su nombre, y que la mayoría del tiempo estaba sola, pues no se llevaba bien con el resto de los monitores. Yo me fijaba mucho en ella. Cuando cesaba sus actividades con nosotros, enseguida encendía un cigarrillo y se iba, unas veces a dar un paseo al pueblo y otras a refugiarse en su tienda.
Las tiendas de los monitores eran enormes, más del doble que las nuestras, cosa que nunca entendí, pues ellos dormían solos y nosotros hacinados, aguantando la música a todo volumen de los auriculares de uno, el olor de los pies de otro o la ropa mezclada y confundida en todo el suelo.

  Una tarde, -como no- hicimos una nueva actividad. Esta vez se trataba de un juego de acertar preguntas, una especie de Trivial, organizado por la monitora. Los demás niños no pusieron mucho entusiasmo, y enseguida perdieron el interés, pero a mí me gustó el juego. La monitora me iba haciendo preguntas de cultura general, y yo las acertaba todas, una tras otra. A medida que iba acertando crecía su interés hacia mí, veía que yo no era como los demás, hasta el punto de que más tarde, en una salida al campo, entabló conversación conmigo. No recuerdo de lo que hablamos, sólo se que me decía que era muy maduro, que no era como el resto de los niños. Me era muy grata su compañía, y venciendo mi timidez, le entregué una pulsera que yo mismo había confeccionado con ramitas y flores. La acogió con una sonrisa, y me propuso que yo se la pusiera. Cuando lo hice, noté la suavidad de la piel blanca de su muñeca.

  Siempre he adolecido de las picaduras de los mosquitos, pero esa misma noche tuve motivos para no maldecirlos y más bien darles gracias. Pasado bastante rato de la hora del silencio, un picor insoportable me despertó invadiendo mi pierna. Tuve que levantarme y salir de la tienda, y a la leve luz de la luna comprobé cómo tenía la pierna llena de picaduras; necesitaba una pomada que me aliviase, y caminé hacia una tienda de monitor.
Ella estaba fuera de la tienda, fumando; me miró la pierna, apagó su cigarro, me cogió la mano y me introdujo en su tienda….

  Al siguiente día había planificada una pequeña excursión. Antes de salir, yo buscaba con la mirada a la monitora, pero no la encontraba; al parecer había bastante revuelo ese día entre los cuidadores. Al fin, antes de partir, apareció caminando deprisa hacia nosotros. Los demás monitores ni siquiera la miraban (su relación con ellos ya estaba muy deteriorada), y ella, con lágrimas en los ojos, se iba despidiendo de algunos niños. Al parecer, le había surgido algún imprevisto o simplemente no aguantaba más en aquel lugar y se tenía que marchar.
Cuando llegó hasta mí, no me dijo nada, me estrechó la mano con fuerza y pareció esbozar una leve sonrisa. En su muñeca llevaba mi pulsera.

domingo, 6 de julio de 2008

Dibujos digitales








Cuando el pincel se substituye por el ratón, surgen los dibujos digitales. Aquí una muestra: la primera se titula "El Peñón de Santa Eulalia", la segunda es "Pesadillas de caramelo", ambas realizadas en diciembre de 2006, en óleo sobre lienzo... perdón, en
dígitos binarios sobre LCD   :)

sábado, 21 de junio de 2008

Estadística

La oficina de denuncias de la comisaría de policía del distrito norte de Chicago era esa mañana una sauna, debido al calor que esos días azotaba la ciudad. El resoplido que emitió el obeso funcionario Jeremiah Landon cuando vio llegar a la señora Sarah Newman fue una mezcla de cansancio y desagrado ante el nuevo trabajo que vaticinaba.

-Hola señora Newman, la veo tan bien como siempre, siéntese- repuso Jeremiah con forzado rostro de amabilidad.
-Señor Landon, ya hacía por lo menos dos meses que no tenía el placer de verle- contestó la señora Sarah con decisión.
-Y, ¿qué la trae por aquí? Este lugar es menos agradable que la sala de juntas de padres donde acostumbramos a reunirnos.
-Oh, señor Landon, se trata de algo más serio. Supongo que estará enterado de la masacre que un joven hizo ayer en el instituto Abraham Lincoln, a cinco manzanas de aquí.
-Por supuesto, señora Newman -Un notable chorro de sudor rodaba ya por el grasiento rostro de Jeremiah – un suceso lamentable… y ¿qué desea al respecto?
-Pues bien, mi pequeño Mike estudia en ese mismo instituto, va a la misma clase que ese desaprensivo. Mi hijo tuvo la suerte de salvar su vida y no estar entre esos pobres seis chicos, pero vio todo lo ocurrido.
-Bueno, a su Mike le ha tocado la lotería, me alegro por él, pero si no está herido…
-No, señor Landon, se encuentra bien pero desde ayer lo encuentro algo apático, triste, apagado. Estoy decidida a presentar denuncia contra el indeseable que mató a esos chicos, creo que esto dejará secuela en Mike.
-Vamos señora Newman, su hijo ya tiene 16 años, esta debe de ser por lo menos la vigésima masacre que presencia en su vida, debería estar más que acostumbrado y dar gracias por estar todavía con vida.
-Lo sé, pero esta vez lo encuentro cansado de todo esto, y no quiero que tenga secuelas. Me parece algo grave y voy a poner esa denuncia, tal vez así encuentre ayuda.

Jeremiah levantó su pesado cuerpo de la silla y estiró su brazo hacia el interruptor del
ventilador de techo de la oficina.

-Mire Sarah, el asesino está entre rejas, los dos sabemos que tendrá su merecido, pero ¿realmente cree que es una situación tan grave como para presentar denuncia?
-Señor Landon, sé que estos hechos son habituales, pero no se, esta vez es diferente…
-Todos los días ocurren masacres de estas, y… entre usted y yo, si todo el mundo afectado por estas cosas pusiese denuncias las estadísticas se engrosarían demasiado. ¿Qué pensaría el resto del mundo de nosotros? ¿Qué somos unos salvajes? ¿Qué solo conocemos el crimen?
-Tal vez… Sarah bajaba su tono de decisión.
-El comisario está contento de que esta oficina sea la que menos denuncias tiene de todo Chicago, y créame, se enfada mucho cuando hay alguna nueva. Este distrito tiene que seguir siendo el más limpio de criminalidad la ciudad.
-Tiene razón señor Landon, debemos de sentirnos orgullosos de vivir aquí y seguir trabajando para que esto permanezca igual.
-Claro que sí señora Newman, deje las denuncias para cosas graves ataques terroristas o nucleares.
-Sí, para lo que realmente pone en peligro esta honorable nación –repuso levantándose y ya convencida Sarah –Nos veremos en la próxima reunión de la junta de padres.
-Por supuesto, y envíele recuerdos de mi parte a Mike –Jeremiah emitió otro profundo y sonoro soplido.


martes, 27 de mayo de 2008

Whisky



No es que tenga de beberme un buen whisky ahora, sino que este es el nombre de mi nuevo gatín, el cual se encuentra en mi regazo ahora y no deja de lamerme.
Es algo revoltoso cuando tiene ganas de jugar, pero no se puede negar que es muy cariñosín. Cuelgo unas fotos para que veáis lo bonito que es.

martes, 20 de mayo de 2008

Cuero

Duro y sumiso a la vez,
Preferido por el maleante,
Vestido por el elegante.

Áspero pero suave,
Pieza única,
Símbolo de una música.

Marrón, negro,
Por método atroz
Sacado de la bestia feroz.

Castigo del hombre,
Látigo y correa,
Pero también abrigo de Dulcinea.

Coraza del cobarde,
Honda del valiente
Arrojando la piedra mordiente.

De cien formas, de mil usos,
Como la vil caperuza de cetrería
Que Duerme a la fría ave de rapiña.

martes, 13 de mayo de 2008

Al que se va

De un zagal soñador,
Noble, incomprendido e inconformista,
Obtuve un día una buena noticia.


Cuando tu destino en lejana tierra meditaste,
Las sombras del principio pronto volaron,
¡Allí lo encontraré!, gritaste.


No puedo negar que al principio me hizo daño,
Mis sentidos no acertaron a entender,
Y cayó sobre mí cuan golpe azaroso de dado.


Fue el miedo a perderte,
Lo lejano de tu destino,
El temor a jamás volver a verte.


Mas, amigo, pronto comprendí,
Era bueno para ti,
Y por lo tanto para mí.


No puede mi cuerpo ocultar
La alegría que le embarga,
Pues sabe que triunfarás con tu largo trotar.


Ojala allí encuentres tu sino,
Ya es seguro que tu vida cambiará a mejor,
¡Ánimo, amigo!





Dedicado a ese gran amigo.

domingo, 4 de mayo de 2008

viernes, 2 de mayo de 2008

Las aventuras de Sapejo

Estando en la academia, en los pocos ratos mertos que pude sacar eleboré una serie de dibujos cómicos. Uno de ellos son 
las aventuras de Sapejo, un sapo de peso, del cual os pongo
hoy la primera aventura (el momento de su creación). 

 
 

martes, 29 de abril de 2008

el mundo boca abajo



Cuando tienes un trabajo en el cual eres de las primeras personas
en llegar a sitios donde ha habido problemas, en ocasiones
te encuentras con situaciones en las cuales también es posible
desdramatizar. Es el caso de la imagen, donde el conductor de
este camión de nueve toneladas se
empeñó en ver el mundo al revéspor unos isntantes.

lunes, 28 de abril de 2008

Volver

Después de un tiempo parado por falta de tiempo para atenderlo, vuelve a la carga el blog. Su finalidad no es otra que ser un área de expresión, donde se darán a conocer dibujos, fotografías, textos literarios, curiosidades, etc. para entretenimiento de todo el público.

Cualquiera que así lo quiera puede también enviar sus trabajos artísticos, que serán publicados.

Un saludo, y sobre todo ¡Etretened vuestras inquietas mentes!