jueves, 10 de junio de 2010

A los que se van

Así se titulaba una entrada de hace dos años, escrita en tono dramático, por la marcha de un amigo lejos, muy lejos.
Se marchaba por un año, a la inhóspita selva ecuatoriana, y yo no lo podía comprender. ¿para qué irse ta lejos a buscar tu sino? ¿Porqué renunciar de pronto a la familia, a los amigos, porqué empezar de cero y no buscar más cerca? creo que entonces mi postura también estaba dominada por el egoísmo, por el miedo de echarlo de menos, de no poder disfrutar de él, de no poder acostumbrarme a un año como los de tantos años atrás, con largos y aventureros paseos, partidas de "Risk" interminables, sesiones de cine en sitos cada vez más inverosímiles, y, sobre todo, carcajadas y dosis de pasarlo bien a mansalva, con miles de anécdotas que darían para escribir un libro.
Recuerdo que lo conozco desde pequeñito, quizás segundo de EGB, gracias a otro amigo común, pero realmente no empezamos a ser grandes amigos hasta 3º de la ESO, cuando el destino volvió a juntarnos a los tres mosqueteros. Si no me equivoco, desde 3º de ESO ya van casi 15 años de ser grandes amigos, y eso pesa cuando te dicen "me marcho a la selva Ecuatoriana".
También pensaba ¿dejarás a la familia sola, sin ti? ¿qué va a ser ahora de la abuela, tan apegada a ti?
Recuerdo incluso que traté de convencerle para que no se marchara, para que explotara todas las posibilidades en España, para que lograra encontrar algo aquí.
Pero una vez que partió a Ecuador, cuando leí sus primeros mails, cuando leía encandilado sus vivencias, sus fotos, cuando comprobaba que se lo estaba pasando en grande, todo cambió.
Comprendí que había sido egoísta, pero que ahora que veía que él era feliz realmente comprobaba que eso lo era importante. La felicidad de un amigo es lo que verdaderamente importa.
Inmediatamente dejé de estar triste, y seguí con atención sus vivencias, formando parte de ellas, imaginándome a mí mismo en el cuerpo de mi amigo, luchando contra la selva, contra las adversidades, lidiando con unos niños a los que en el fondo había que ayudar, haciendo nuevos amigos, pasándolo bien...

Hace un año volvió. Me enseñó las fotos, y yo pensé "sí, mereció la pena". Por eso, cuando este año ha buscado otras alternativas a irse, yo sabía que no funcionarían, que en el fondo acabaría yéndose. Y esta vez le he animado, le he arengado a partir, cuando más lejos mejor, de nuevo a la selva; y algo me dice que esta vez será por largo tiempo, mas no me importa, porque sé que así serás feliz.
Te vas en julio, de nuevo a Ecuador, y está vez con mejores condiciones laborales. No se si podré verte antes de que partas, mas lo deseo, porque tengo muchas ganas de despedirme de ti, de decirte que siempre estaremos en contacto aunque estés en el rincón más inhóspito del planeta, de decirte que he pensado mucho en el concepto de amistad, y que voy a intentar recuperar la amistad que había antes con el otro mosquetero al que aludía hace un momento (algo menguada en los últimos años, quizás por otras amistades que se cruzaron en el camino y no eran de mi agrado), de decirte que haces bien, que no dudes, que no te asalte más la inseguridad, que allí agradecerán tu llegada, y de darte un fuerte abrazo, tan fuerte que casi aplaste los largos y delgados huesos del "profe alto" y llegue a su gran corazón.