jueves, 14 de agosto de 2008

La teoría

Esa tarde, la Casa del Mar de Viveiro, en Galicia, se encontraba desierta. Ramona Muxía, la secretaria, pasaba su turno mientras miraba aburrida una revista de decoración interior en su escritorio.
-El día que pongan Internet mis tardes de aburrimiento acabarán- decía en alto, sin ser oída más que por alguna mosca que revoloteaba en la ventana abierta, que daba a un gran acantilado de veinte metros.
Poco había cambiado el despacho desde que, hace 12 años, Ramona entrara a trabajar con 22 veranos, recién acabado su curso de administrativa.
La estancia era grande, luminosa, con una estantería detrás del escritorio repleta de papeles, libros y restos calcáreos de animales marinos como conchas y caracolas a modo de adornos. A un lado, en la pared opuesta a la ventana, se extendía un gran cuadro repleto de complicados nudos marineros, todos de color azul y con sus denominaciones inscritas a mano debajo en trocitos de papel amarillentos.
Ramona tiró la revista a un lado, cansada, y apoyó la cabeza en una mano. Su nuevo entretenimiento consistía ahora en afilar lapiceros, mas apenas hubo cogido el primero, éste se le cayó del escritorio, cuando se sobresaltó por el chirriar del frenazo de unas ruedas de automóvil en la calle.
El motor se apagó, y notó unos pasos acelerados por el pasillo que se dirigían a ella. Llamaron nerviosamente a la puerta, y tras su “adelante”, un anciano se coló en la sala como una exhalación.
El hombre, de unos setenta años de edad, rostro cansado y ojillos vivaces tras unas enormes gafas de pasta negra, tenía en una mano una carpeta llena de papeles; se pasó la otra mano por su todavía poblada y blanca melena, dirigiéndose a Ramona sobresaltado:
-Señorita, mi nombre es Alfredo Pouso, soy físico. Acabo de llegar a la culminación de unos estudios de suma importancia, que debo dar a conocer, he creído que la Casa del Mar era un lugar apropiado.
-Tome asiento, señor Pouso, y tranquilícese- el semblante de Ramona se iluminó: por fin la tarde iba a dejar de ser aburrida- cuéntemelo todo.
Alfredo carraspeó, se sentó en una banqueta gastada y relajó sus facciones, si bien sus nerviosos ojos seguían delatando su inquietud.
-Verá, llevo años estudiando el fenómeno de evaporación del agua marina. Hace unos minutos he llegado a la culminación de mi teoría, y lo que he descubierto es francamente horroroso.
-¿Qué ha descubierto?
-Que nos estamos quedando sin océanos.
-Explíquese.
-Le haré un resumen, pero tengo todo mi trabajo en mi carpeta en detalle. En los últimos 40 años, la radiación solar ha aumentado considerablemente, y según mis predicciones, aún lo hará más, a un ritmo exponencial. El motivo son las variaciones en las reacciones termonucleares del Sol.
-Pero, ¿porqué se producen dichas variaciones?- interrumpió Ramona.
-Es sencillo. Si usted hace un fuego, observará cómo sus llamaradas fluctúan, suben y bajan, imagínese este fenómeno en el Sol, donde pequeñas oscilaciones tienen una repercusión enorme en los demás planetas del Sistema Solar.
-Entiendo- A Ramona le resultaba divertido aquel tipo con pinta de loco.
-Pues bien, el aumento de radiación solar incide directamente, y en un 80%, sobre la superficie de los océanos. Este aumento de calor hace que la tasa de evaporación del agua marina sea brutal
-Señor Pouso- Ramona estaba dispuesta a hacerse la científica para entretenerse un rato- Todos sabemos que el agua evaporada vuelve a caer en forma de lluvia, algún día volverá de nuevo a la tierra.
-No sea tan escéptica- Alfredo estaba visiblemente irritado- Ante tamaños volúmenes de evaporación y tanta radiación, las moléculas de agua no pueden ser retenidas en la atmósfera terrestre, con lo cual escapan al espacio exterior, donde se disgregan para ser perdidas para siempre.
-¡Tonterías! Precisamente escuché la semana pasada en un programa de televisión que el cambio climático está haciendo que el hielo de los polos se derrita, con lo cual el volumen del mar está creciendo, con peligro de anegar las costas.
Pouso se levantó, agitando sus papeles y temblándole la voz:
-¡los cálculos de esos científicos están equivocados! El aumento del nivel del mar debido al deshielo es infinitamente inferior al de pérdida de agua por tasa de evaporación. Aún más, la radiación ultravioleta acumulada en la atmósfera contribuye a la rotura de las moléculas de agua, que escapan sin remisión al espacio. Según mis ecuaciones, contrastadas y corroboradas, la sequía total se producirá en 80 ó 100 años. ¿Se imagina unas costa sin mar, llena de sal y pedregales, dónde la fauna marina, base de nuestro sustento, desaparezca? ¡Y no crea que vengo con las manos vacías, funcionaria de pacotilla! Propongo una solución en mi estudio: La construcción de cúpulas gigantes, pantallas pre-atmosféricas de dióxido de carbono estable que nos protejan de la radiación solar. ¡Tiene que hacer llegar esto a sus superiores!
Alfredo Pouso tiró con violencia los folios encima del escritorio, desperdigándose estos por el suelo.
Ramona levantó su orondo cuerpo de su silla:
-¡Lárguese de aquí, viejo loco!
Pouso, fuera de sí, arremetió con sus pocas fuerzas contra Ramona. El forcejeo duró unos instantes, donde Ramona doblegaba al anciano, que vociferaba con medio cuerpo ya fuera de la ventana, empujado por dos fuertes brazos de secretaria irritada.
Al final, el liviano cuerpo de Pouso se precipitó al vacío, reposando en las escarpadas rocas del acantilado, tiñéndolas rojo.
Ramona, horrorizada, cogió el teléfono y con temblorosa voz llamó a los servicios de emergencia. Sin demorarse, recogió los desperdigados papeles del viejo y los metió precipitadamente en la destructora de papel.