jueves, 10 de diciembre de 2015

Realidad Virtual

Se oyen desde la tele rumores,
Ecos de satisfacción de un hombre,
Palpando con las manos el aire,
Enfundado en gafas de virtual realidad.

Mas me río yo de ella,
Pues sin esfuerzo mi imaginación
La puede sobrepasar,
Volando más allá que su antifaz digital.

Puedo ser rey o vagabundo,
Tomarme un té en el fondo del mar con Julio César,
O inspirarme al ver la estela de un avión
Y componer una canción.

Puedo visitar los anillos de Saturno,
Montar un broncocéfalo de tres ojos,
O con un roído lápiz y una servilleta
Componer este verso libre.

No me gusta ser Linux ni Microsoft,
Prefiero horadar el cerebro de un escritor,
Soñando despierto, viviendo mil lances,
Siendo bravo librepensador.

 Aparta, no quiero tu lógica,
No deseo el sexo con un robot,
Déjame manejar el volante, pues

Prefiero la piel, prefiero el dolor.

sábado, 24 de octubre de 2015

El trabajo más raro del mundo

Mira que hay trabajos raros, pero el de ser la señorita que maneja un poste de unos dos metros, acabado en un cartelito que reza “FILA DE CAJA” no se las trae poco.
Aunque pensándolo fríamente no es para menos el indicar dónde comienza la cola de caja, pues la tienda se pone hasta arriba y es necesario orientar a los señores clientes.



Me refiero al recién inaugurado Primark de Gran Vía de Madrid, que es tienda más grande de España. Estando el otro día con mi señora dando un bonito paseo otoñal por los alrededores, ésta me conminó a visitar el afamado comercio de ropa, el cual sólo llevaba una semana abierto. Y suerte que la cola para entrar avanzaba rápido, porque era asombroso ver cómo cientos de personas rodeaban varios edificios en el centro de la capital aguardando su turno para consumir, mientras otros hacían vídeos y fotos de tamaño espectáculo.
No regalaban nada, no había 2x1 ni chicas en lencería ofertando la misma. Simplemente vendían ropa, de esa de mediocre calidad, de usar y tirar, tan fácil de encontrar y de tirar a la basura, para así la temporada siguiente comprar más.
Sí, amigo que me lees; si eres de los que usan las mismas chanclas raídas hasta que algún hongo puñetero se las acaba de comer, este artículo te estará haciendo bufar.

Una vez dentro, nada en especial, salvando la majestuosidad del céntrico edificio de nueve plantas, que también alberga otras tiendas, y ¡oh, sorpresa! es propiedad del magnate Amancio Ortega. Nos encontraremos un local con bajo y otras cuatro plantas, en redondo y abierto. Pantallas, luces, y ropa a buen precio, fabricada en Dios sabe qué países y en la Virgen sabe qué condiciones laborales.
 Pero ojo, no nos engañemos, tampoco es tan distinta de aquella a la que algunos llaman “materia patria”, que no hace más que amasar grandes fortunas y explotar a pequeñas manos.



“Aquí hay mucha gente colocada” decía alguna señorona, asombrada por la gran cantidad de dependientes afanosos. Quizás si alguno viese esos contratos laborales y lo que no es contrato, las colas se hubiesen disuelto y la chica que portaba el cartel indicando la fila para pagar (vaya trabajo inaudito, coime) iría derechita a engrosar la lista de parados, para pesar de Rajoy (aunque no nos engañemos, unos pocos más tampoco le harían mucho daño, que a pesar de las promesas para eso nos ha dejado el paro prácticamente igual que lo dejó su antecesor, y bien orgulloso que está); o con suerte iría de cabeza a otro raro trabajo temporal, de esos que dicen minijobs de la señora Merkel. 

En fin, dejemos a éstos en paz, que  no compran en Primark, o por lo menos yo no los vi.


viernes, 11 de septiembre de 2015

Política de empresa

-Ramírez, esta empresa necesita un cambio. Reúna de inmediato al consejo.

-¿Qué va a proponer, señor Leñoso?

-Llevamos mucho tiempo estancados. Tenemos las mismas ideas primitivas, iguales normas, jerarquía y principios que cuando comenzamos. La sociedad ha avanzado, rebasándonos y mirándonos cada vez con más recelo. Nuestra hipócrita estrategia está siendo analizada con lupa, es culpa de esta maldita crisis; la clase media empobrecida se da cuenta de nuestra fastuosidad, de nuestras arcas llenas, de nuestros jefes corruptos y de esta política rancia, que ya no encaja en el mundo.
Nuestro presidente, fiel a la causa pero tan continuista y retrógrado, desde luego que no ayuda a lavar nuestra imagen. De seguir así, estamos abocados al fracaso. Recuerde que sin adeptos ni socios, no somos nadie.

-¿Va a proponer un cambio de presidente?

-Sí, pero solo algo provisional, para salir del bache. Necesitamos un líder nuevo, fresco, charlatán, de bonitas y humildes ideas, que no pinte ni cambie nada en la empresa pero que convenza a las masas de que hemos evolucionado. El mundo tiene que creer que entendemos la situación de crisis, que somos buenos, que estamos con los más desfavorecidos. Quiero que el mundo piense “qué bueno es nuestro presidente, qué buena es nuestra empresa”.

-¿Se refiere a imitar lo que ha hecho la Iglesia con el papado?


-Veo que me capta, Ramírez, veo que me capta…

lunes, 24 de agosto de 2015

Habichuela cosida


Veo moverse al aire tu vestido verde menta
Mientras trato de tomar una fotografía,
El cielo desgarrado anunciando tormenta,
Tus pensamientos tornados en oscura filosofía.


Buscas las huellas de aquél profundo amor
Que una vez más el alma te desgarró,
¿En qué desierto se hallará aquél dulce albor?
¿Esa fuerte mano que el espíritu te agarró?


Cien veces has recorrido las cicatrices de tu piel,
Comparándote con una habichuela cosida.
No te quieres, en tus propias espinas enredas esa hiel,
Y sin embargo yo se que para él eres su única querida.


Tampoco acaricia a su pareja el lobo,
Más bien Enseña los dientes, se tensa y eriza los cabellos,
Pero como él, ama a su familia como un bobo,
Y si es preciso con su vida defiende a todos ellos.


Vuelves a mirar las marcas de tus andaduras,
Heridas de aguijón, formando arrugado grano de mijo.
Mas en silencio él ama cada una de las suturas,
Y más la del vientre, la que alumbró a vuestro hijo.


Pintando piedras en melancólica agonía
Has llegado a pensar que quizás se acabó el clamor,
Pero noto que el corazón todavía te late con armonía.
Asúmelo, habichuela, lo que te sucede se llama amor.




viernes, 12 de junio de 2015

La observadora de hormigas

Ya ha trascurrido un año. Fue cuando el ardor del primer estío comenzaba a golpear el vidrio de las ventanas y a hacer las delicias de los tempranos huertos. Esa noche yo iniciaba una inusual ronda nocturna, obligado a cubrir la baja de algún compañero. Me sentía animado por el café que acababa de tomar y calentito con la radiación que emanaban los ladrillos de las casas.
Paseaba sin prisa, agitando burlonamente mi porra, emulando a cualquier policía bigotudo y gordinflón salido de una vieja película americana. La gorra iba bien ceñida en la calva, pero no por ello podía sujetar mi imaginación, que como siempre surfeaba en la vorágine de sus locas fantasías de Piscis.

De pronto, algo en medio de un solar vacío me sobresaltó. Me acerqué despacio al bulto, y a medida que estaba más próximo, la luz de una farola cercana iba despejando las sombras de la noche. Sólo cuando estuve a escasos metros, pude adivinar que se trataba de una  figura  femenina.
La chica rondaría mi edad. Recogía su pelo en una larga coleta y se mantenía en cuclillas,  apuntando su rostro, el cual no acertaba a vislumbrar bien, hacia el suelo. Sus brazos, finos y desnudos, reposaban en las rodillas y acababan en unas manos huesudas, poco más pequeñas que las mías. Muerto de curiosidad, me acerqué, saludé cortésmente y me puse a mirar lo que tenía encandilado a aquella muchacha en mitad de la noche.

El suelo rebosaba de hormigas, en forma de inquietantes remolinos de minúscula vida. Me quedé un buen rato junto a ella, espiando los quehaceres de los insectos. Un bicho grande se debatía por sobrevivir en medio del río negro de mandíbulas y patas que lo atrapaban, pero ambos sabíamos que estaba destinado a convertirse en comida para aquellos abdómenes hambrientos.
En todo el tiempo que estuve allí  no intercambié muchas palabras con la chica, pero deduje que se debía de dedicar a algo así como a observar hormigas. Bonita profesión. Nos caímos bien, y ¡qué diantres! seguro que nosotros éramos más bichos raros que aquella diminuta fauna que se afanaba a nuestros pies

No se cuántas horas estaríamos de espectadores. De pronto, un insomne e inoportuno vecino (¡yo lo maldigo!) que sacaba a su perro se nos quedó mirando inquisitoriamente, sacándonos de nuestro ensimismamiento. Ella se frotó un ojo, yo intenté guardar la compostura. Me levanté, me ajusté disimuladamente la gorra y me despedí de la observadora de hormigas. La sonrisa que me prodigó brilló a la luz de la farola y su contorno de ojos negro destacó por encima de todas las demás sombras.

.Aunque me pasé muchas noches sin dormir, buscándola, no la volví a ver jamás. Al transcurrir el tiempo me he preguntado porqué no me contó nada más, cual fue la razón de que no me dijera su nombre ni de dónde era, o si volvería otra noche…

Lo cierto es que yo tampoco me atreví a decir mucho, ni siquiera le hice preguntas. Debí de contarle cuánto me gustaban los bichos cuando era niño, cómo atrapaba a las hormigas, les echaba algún bichito para que lo engulleran despiadadamente o las ponía a pelear entre sí, sin más cuadrilátero que mis pequeñas manos. Pero junto a ella mantuve la boca cerrada, como siempre, con la imaginación volando en forma de un océano compuesto por millones de hormigas, más negras y más despiadadas que todas aquellas.

martes, 5 de mayo de 2015

Buscando acción

Apenas he tomado dos tercios y ya estoy rogando por una ley que nos detenga. Creo que la hora de la trasformación está llegando, una vez más.
No se qué nos pasa. No es el alcohol ni las drogas, es un impulso colectivo que saca nuestro lado salvaje y nos hace caminar como caballos sin riendas entre los pocos granollerenses espantados que quedan a esas horas de la noche.

Se esconden en los oscuros callejones de la ciudad, y sólo cierta prostituta se atreve a quedarse, clavando su tembloroso tacón en el húmedo y brillante asfalto.
Alguna que se atrevió a tocar a uno de mis amigos no vivió para contarlo, pues se llevó una certera puñalada en el cuello que salpicó de rojo los cristales opacos de alguna vieja tienda.
No tengo remordimientos cuando el cuerpo de la meretriz cae sonoramente, sino que río placenteramente, dejo brillar salvajemente los dientes a la luz de la luna para que mis amigos los vean, para que sepan que éste solo es el comienzo, que la noche promete.
Ya nos han echado de todos los tugurios. Además, no nos quedan ganas de pedir más cervesa, nos suena mal la ese final.

Debo de tener alguna parte de mi cerebro muy excitada por las malditas farolas de leds, y emano explosiones de endorfinas que me piden diversión. Seguimos avanzando, aún queda mucha noche, muchas puñaladas que asestar a indefensos cuerpos en venta, mucho mal que ejecutar.
Cuando buscamos acción generalmente sólo la tomamos con las prostitutas. Creo que no es por nada especial. Cuando he meditado al día siguiente en la calma de mi despacho del Museu de Granollers, he llegado a la conclusión de que es esa maldita manía suya de tocarnos. A quién se le ocurre tocar a un hombre de forma zalamera en estado de instinto animal desbocado.
Empiezo a oír sirenas a lo lejos. Si nos cogen los Mossos tendremos lío y nos tocará pasar unas horas en un apestoso calabozo, hasta que nos fuguemos de nuevo.

Más vale que lo dejemos por hoy y nos vayamos a dormir un poco. Mañana me espera un tedioso día de trabajo catalogando piezas.

Me preparo dos zolpidem y una eszopiclona bien agitados en un abundante vaso de agua: ése cóctel siempre me ha ido bien para dormir. Enseguida me entrego a Morfeo, y sueño que soy una persona normal, que salgo de tomar unas copas de un bar musical, río con mis amigos, coloco una papelera volcada en la calle, recojo el coche del parking, dejo en su casa a un par de amigos y vuelvo a la mía, donde estoy a punto de tomar un vaso de leche caliente.


El maldito despertador suena y me deja con el vaso en los labios. Desperezándome en la cama, pienso malhumorado que me pasaré el maldito día anotando piezas e introduciendo datos en el ordenador. Ojala llegue pronto la noche. Hoy también me he levantado con ganas de acción.

jueves, 2 de abril de 2015

Jos de punta

Jos de punta, a dónde os habéis ido, que me dejáis aquí perdido en la extraña urbe de Granollers, donde todo es nuevo para mí.
Jos de punta, mira que estáis lejos, fuera del alcance de mi soñado abrazo, obligándome a hacer nuevos amigos, a escuchar nuevas  risas, a sentir manos extrañas en mi hombro, a oler nuevos perfumes de mujer...
Jos de punta, cómo os añoro metido en esta mugrienta taberna, perdido en los efluvios etílicos de este vino blanco riquísimo que no puedo dejar de beber...