martes, 13 de mayo de 2008

Al que se va

De un zagal soñador,
Noble, incomprendido e inconformista,
Obtuve un día una buena noticia.


Cuando tu destino en lejana tierra meditaste,
Las sombras del principio pronto volaron,
¡Allí lo encontraré!, gritaste.


No puedo negar que al principio me hizo daño,
Mis sentidos no acertaron a entender,
Y cayó sobre mí cuan golpe azaroso de dado.


Fue el miedo a perderte,
Lo lejano de tu destino,
El temor a jamás volver a verte.


Mas, amigo, pronto comprendí,
Era bueno para ti,
Y por lo tanto para mí.


No puede mi cuerpo ocultar
La alegría que le embarga,
Pues sabe que triunfarás con tu largo trotar.


Ojala allí encuentres tu sino,
Ya es seguro que tu vida cambiará a mejor,
¡Ánimo, amigo!





Dedicado a ese gran amigo.

1 comentario:

Álvaro Gundín dijo...

No dejas de sorprenderme cada vez que escribes. Tienes alma de poeta.
Las distancias sólo existen sobre el mapa, no en el corazón. Una carta, un pomea, una sonrisa de verdad, de corazón, hacen que desparazcan distacias y fronteras.