viernes, 8 de enero de 2010

Basura, basura, basura

Esta entrada viene al hilo de otra de Álvaro, el cual relata con indignación la cantidad de basura que acumula en la ciudad ante la impavidez de los cosmopolitas.
Es la propia sociedad de consumo la que nos hace generar tantos residuos. Desde que vienes del supermercado, un gran volumen de lo que llevas en las bolsas son futuros residuos.

Pero ojo, no confundamos un residuo con un contaminante. El primero es fruto de nuestra vida cotidiana, lo queramos o no, y si se gestionan bien no tienen porqué dar problemas. Entiendo que te impresione la imagen de los contenedores rebosantes de basura, pero no es más que materia que se puede volver a aprovechar en muchos casos, y creo que en nuestro país funciona bastante bien el tema del reciclaje.
Otra cosa son los contaminantes, contra los cuales todos debemos luchar con ahínco.
¿Deberíamos dejar de consumir tanto para generar menos basura? ¿Estarían de acuerdo con esto los trabajadores de una planta fabricadora de envases?

El tema es complejo, y estoy de acuerdo contigo en que cada uno debemos de aportar lo que podamos, pero:
Tú hablas de fabricar aparatos que duren más… ya existen, pero son caros, y el consumidor quiere tener capacidad de elección para sus bolsillos.
También citas las campañas de concienciación, ya las tenemos, y en ocasiones estamos bombardeados por ellas.
Y por último dices de utilizar materiales biodegradables. Estos son más caros y no siempre están disponibles.
La clave puede estar en la buena gestión de los residuos que se produzcan (reutilización, reciclado).

Basura, basura, basura... que algún día será de provecho para el hombre, para de nuevo ser basura, basura, basura.

2 comentarios:

Álvaro Gundín dijo...

Entiendo tus reticencias, pero creo que hay que tomar posturas más radicales. Al menos yo abogo por ellas. Sé que los aparatos que duran más son más caros y que el consumidor se rasca el bolsillo y no puede comprarlos caros. No creo que no pueda. Más bien no quiere. Prefiere lo barato. La sociedad nos ha enseñado que es mejor comprarse una camisa de 5 Euros que nos dura un verano y así poder lucir ropa nueva todos los años, a esperar, ahorrar, y comprar una que vale 20 y nos va a durar 2 o 3 años.
Si queremos que las cosas cambien, hay que empezar por cambiar este tipo de actitudes, y, por desgracia, actualmente no hay muchas campañas a gran escala en favor de este cambio.
Lo mismo con los fabricantes de envases. Sí, si se utilizan menos envases, cierran las fábricas y se queda gente en la calle; pero, chico, es ley de vida. Todo cambia tarde o temprano. Se acaba el carbón y cierran las minas y la gente se queda en la calle y emigraa a otro lugar...
Sé que es duro, pero también hay que empezar a cambiar esa forma de vida. Se acabó el vivir en el mismo sitio y trabajar siempre de lo mismo. Creo que es bueno y necesario coger familia y casa acuestas e irse a otro lugar, y aprender un oficio nuevo y seguir creciendo y aprendiendo. A veces por decisión propia, y otras, más duras, por obligación.
Lo mismo se puede aplicar a los materiales biodegradables. Son más caros, pero si queremos que la poca o mucha basura que producimos no sea contaminante, tenemos que apostar por ellos y rascarnos el bolsillo.

Todo es voluntad de cambio. Y ésta lleva consigo tener que renunciar a muchas cosas, a muchas constumbres de nuestro modo de vida actual.
Lo que no podemos es pedir seguir viviendo como vivimos y que las cosas cambien.
Tenemos que renunciar a parte de nuestras comodidades y entonces cambiarán las cosas, cambiaremos nosotros también y nos sorprenderemos al encontrarnos más felices, más realizados, con mejor salud, a pesar de que tengamos menos camisas o no podamos pagarnos unas vacaciones todos los años por tener que ahorrar para comprar electrodomésticos más caros.

Todo se puede. Podemos. Todo es dar el primer paso y caminar firme y decididos.
A veces es necesario ser un poco más pobre para ser más feliz.

Kiko dijo...

Bueno, es una forma de verlo. Yo sigo pensando en que no hay porqué cambiar los hábitos de la gente, en seguir creyendo en la libertad del individuo, en no cohartar sus hábitos de consumo ni intentar inculcarle otras filosofías en teoría más "ecológicas".
La clave es el equilibrio. El planeta se equilibra sólo, y nosotros somos una parte de
el, aunque a veces nos empeñemos en pensar lo cotrario.