jueves, 10 de marzo de 2011

Dame tu mano

Siempre he padecido de manos frías. Cada día, bajaba a la oficina del banco entumecido, como si el riego sanguíneo no pudiera calentar mis extremidades.

-¡Prueba de manos! –nos decíamos mi compañera Jobhá y yo cada vez que nos veíamos al entrar a trabajar a la oficina, al tiempo que estrechábamos nuestros dedos.

Yo sentía el agradable calor de sus bonitas manos, y ella se extrañaba de mi frío tacto.

-Todavía no te han calentado, pareces un muerto –me decía riendo.

-Claro que no, dame tu mano toda la mañana para entrar en calor –contestaba acariciando la suya.

-Si no la necesitara para contar billetes...

En el fondo, el ritual no era más que una excusa para sentir próximas nuestras pieles, de estar juntos sin llamar la atención del jefe y ser blanco de sus chismorreos. Desde que me habían trasladado a aquella alejada oficina del norte, no había sentido más que frío y los arrebatos de locura del exigente Director de la entidad bancaria, pero cuando Jobhá llegó de Casa Blanca con su perrita, sus estudios de contabilidad en Marruecos, su piel de aceituna y su sonrisa, había traído consigo un hálito de frescura, esperanza y pasión mora a mi vida.

Ella suponía en mi existencia una aventura al margen del lejano matrimonio en mi hogar natal, el cual frecuentaba cada vez menos; un sueño que alimentaba mi espíritu soñador (por algo debo de ser Piscis) y que nos atormentaba cuando no estábamos juntos.

Pero surgieron malos tiempos laborales en la sucursal, y hube de pedir un traslado para alejarme de allí y que mis tensiones con el Director no acabaran con toda la oficina.

-No te vayas –expresaban los tristes ojos de Jobhá.

-Nos veremos con frecuencia, pero mientras tanto dame tu cálida mano, me la llevaré para no sentirme sólo.

-¿Y con que escribiré a máquina? –volvía a dibujarse la bonita sonrisa en su rostro.

-¡Con una sola mano eres capaz de teclear más que yo con cuatro!

-Sí, ya…

Transcurrieron dos meses en mi nuevo destino. Un día, al entrar en mi oficina, tenía un paquete de Jobhá.

He pedido el traslado, pronto estaré junto a ti. Mientras tanto te envío un regalo para que no te sientas solo.

Era lo que decía una nota suya pegada al paquete. Cuando abrí el bulto, me sobresalté y di un alarido. La caja se cayó al suelo y de su interior se escapó una mano amoratada, con un corte limpio, que dejaba ver un trozo de hueso.

Perdí el conocimiento. No la toqué. Seguro que estaba fría, como las mías.

3 comentarios:

H.D.Emperador dijo...

Si hubiera sido más romántico, más recargado de adjetivos, con frases más retorcidas, y algo menos de diálogo, habría pensado que se trataba del mismísimo Allan Poe.

Unknown dijo...

Je, je, je.
¿Esto va a estar incluido en tu futuro libro?
Aprobechando las historias de tu blog podrias hacer un libro de relatos cortos, a mi me gusta la idea.
Muy bonita, con ese toque sangriento al final, como se nota que te gustan las peliculas de zombies.

Kiko dijo...

Gracias Héctor. Es una pequeña historia escrita sobre la marcha, tras una reflexión en una laga noche de trabajo.

Xu por supuesto que estoy rumiando un libro de historias cortas. Tú serás la primera en tenerlo. Bss